Él me acosa, tú me acosas, nosotros acosamos

El mundo entero se convulsionó hace unos días frente al caso de un niño español que se suicidó dejándole una nota a sus padres en la que les decía que había tomado esta decisión abrumado por el bullying del que venía siendo víctima desde hace tiempo. El niño de 11 años manifestaba que aunque sabía que lo que hacía no tenía perdón, de verdad no podía soportar más el acoso al que ya por un tiempo largo había sido sometido en el colegio en el que estudiaba.

Nadie se da cuenta

Lo más preocupante de la situación es que ni sus maestros ni sus padres o adultos responsables a su alrededor lo habían siquiera notado, estaban convencidos de que era un niño “normal” y feliz seguramente con un futuro prometedor.

Laura Viera A © Solkes

¿Hasta dónde hemos llegado, hasta donde ha llegado el mundo y la sociedad en la que vivimos para que un niño tenga que tomar una decisión tan drástica como acabar con su vida? También acabar con la alegría y los sueños de toda una familia por el maltrato, el acoso y el rechazo de una sociedad cada vez más dañada, impune e indiferente? Lo más preocupante de todo es que no son casos aislados o historias que aunque no deberían pasar ni una vez, frecuentemente y de manera inclemente en el mundo entero.

Las cifras

En Colombia hubo también un famoso caso hace unos años en el que el niño víctima de bullying o matoneo escolar no fue quien se quitó la vida sino que en este caso. Él mató con un cuchillo y sin saber muy bien que estaba haciendo ni las consecuencias que esto acarrearía a quien venía haciéndole el mayor acoso también por un tiempo largo. Otra noticia parecida ocurrió en México en el 2014, y otras tantas en Europa en el 2013. Esto por no nombrar cifras en Norteamérica donde la presencia de matoneo escolar pareciera ser aún mucho mayor.

Juanita Bernal Sanint © Solkes

Las cifras en Google si se busca “caso de niño que mató a otro por bullying” son verdaderamente espeluznantes. Miles de datos y noticias cada una más aterradora que la anterior invaden nuestra pantalla y estas cifras aumentan exponencialmente si solo buscamos el término bullying o en español castizo, Matoneo Escolar.

El miedo es el principal factor

Cuando uno trabaja en educación lamentablemente puede atestiguar que la principal causa de que se presente tanto este fenómeno es que quien es víctima del acoso no denuncia porque se siente intimidado y en muchos casos está amedrentado por un Príncipe tirano que cree ser el dueño del mundo.

Este es un fenómeno que se sabe camuflar tan bien entre la normalidad y la supuesta felicidad.

El miedo es el principal factor por el que el acoso no para y por el contrario aumenta: la víctima no se queja, no informa y no manifiesta y mientras tanto el victimario sigue recibiendo un mensaje de que logró su objetivo.

Piensa que la persona está afectada y retraída, que logró infundir el pánico y lo más importante para ellos y doloroso para nosotros, es que en muchos casos no tiene consecuencias.

¿Cuanta responsabilidad tenemos?

Aunque es claro que en la mayoría de los casos, es poco lo que los adultos y las personas en teoría más experimentadas podemos hacer, cuando la mayoría de las veces, darnos cuenta es tan difícil.

No dejo de cuestionarme cuanta responsabilidad tenemos en seguir permitiendo y de alguna manera creando para ellos, los niños, una sociedad en la que cada vez se le rinde más culto al miedo, a la impunidad, a un silencio permisivo y a una complicidad que nos atañe a todos por omisión.

No es tanto lo que hagamos en casos tan difíciles de definir como estos sino también lo que dejemos de hacer: las denuncias que no se ponen, las situaciones que ignoramos, los casos frente a los cuales por intentar protegernos de alguna forma no tomamos partido y todas los acciones que dejamos de hacer por miedo a las consecuencias que podamos tener.

Laura Viera A © Solkes

No son solamente los niños los que sufren de miedo a que el acoso se vuelva mayor, a que la situación se vuelva insostenible como en el caso de Diego, el niño español. No. Los adultos también sufrimos de acoso en nuestros ambientes de trabajo que además así como los colegios para la población infantil son por lo general los lugares donde más tiempo pasamos.

El acoso laboral

El acoso laboral y en muchos casos el acoso sexual en espacios laborales asecha también a una cantidad inimaginable de adultos quienes se supone que tienen muchas más herramientas para enfrentar una situación difícil como esta y sin embargo, también en la mayoría de los casos prefieren no hacer nada y guardar silencio ante lo que les toca evidenciar o ante lo que son víctimas por miedo a que un jefe o superior tome represalias, en este caso de otro tipo como echarlos del trabajo o lo que es peor, perseguirlos y hacerles la vida imposible.

¿Cómo podemos nosotros pedirles a los niños que no se dejen intimidar, que sean valientes y que actúen en pro de su propio bienestar mientras con el ejemplo les mostramos que nosotros también vivimos llenos de miedo de hablar y denunciar y dejamos que nuestros jefes o personas con un cargo más alto que nosotros en la empresa nos maltraten, nos acosen y abusen de nosotros?

Dicen los estadistas que las cifras no se equivocan y en este caso el Gran Doctor que todo lo sabe, Mr. Google nos dice que las búsquedas relacionadas con el término “acoso laboral” ascienden a más de un millón. ¿Cuántos de esos casos enunciados no corresponderán a víctimas silenciosas que por presión y diferentes comportamientos y actitudes sociales están tan o más amedrentadas que el más temeroso de los niños?

Laura Viera A © Solkes

Un problema frecuente y delicado

Haciendo una revisión aleatoria de los resultados arrojados, se puede constatar que el problema es tan frecuente y delicado que la mayoría de los países se han visto en la necesidad de legislar al respecto y de imponer sanciones civiles e incluso penales para los agresores o dicho en otros términos los bullies vestidos de saco y corbata que ejercen importantes posiciones.

Se ha llegado además a una especie de consenso en el que se define el acoso laboral como: “Toda conducta persistente y demostrable, ejercida sobre un empleado, trabajador por parte de un empleador, un jefe o superior jerárquico inmediato o mediato, un compañero de trabajo o un subalterno, encaminada a infundir miedo, intimidación, terror y angustia, a causar perjuicio laboral, generar desmotivación en el trabajo, o inducir la renuncia del mismo”. Esta definición nos pone aún en una situación peor: ¿Acaso no hemos sido todos víctimas en algún momento y bajo alguna circunstancia de este tipo de maltrato y lo más importante, qué hemos hecho para pararlo y para evitar que se siga presentando?

Seguramente también hemos guardado algún tipo de silencio y hemos optado por la resignación y por la pasividad como respuesta.

Recientemente en Colombia el tema está en boga por un renombrado caso que incluso ha alcanzado ya los medios de comunicación de todo el mundo. No solo hay un supuesto caso de acoso laboral involucrado sino que el asunto fue más lejos y hay en este momento una denuncia adicional por acoso sexual causado por la misma persona en el poder y que según dicen, perjudicó a varias personas.

Más allá de entrar a juzgar o a sentenciar quién tiene la razón, quién está mintiendo, quién tiene las pruebas más contundentes o quién perjudicará más al otro. Asunto por demás irrelevante de analizar en la medida en que ya son miles a lo largo y ancho de todo el mundo quienes están haciéndolo.

Laura Viera A © Solkes

Es muy triste y diciente que un caso de estos se presente precisamente en una institución gubernamental que está encargada de velar y defender los derechos de la población, es inevitable volver así a dogmas y lugares comunes: ¿Qué ejemplo estamos dando, que futuro estamos forjando para las generaciones que vienen y serán las responsables de mantener este mundo convulso?

Tanto el bullying como el acoso laboral son entonces muestras claras de situaciones sociales y culturales en las que se presenta un desmedido abuso del poder y de la autoridad, donde una persona sea por la razón que sea, ejerce maltrato sobre otra aprovechándose de una condición superior real o supuesta.

Hay tres tipos de entes involucrados: la persona que lo ejerce o el victimario o bully, la persona que recibe el maltrato o víctima o bullied y todos nosotros, los cómplices y quienes de alguna u otra forma permitimos y fomentamos estos corrosivos fenómenos.

Un ciclo eterno

Laura Viera A © Solkes

El más grave y verdadero problema de este hecho radica sin embargo, en que la sicología ha demostrado de todas las maneras posibles que por uno de tantos fenómenos de la naturaleza que no empezamos siquiera a intentar entender todavía, quien ha sido víctima de algún tipo de maltrato y abuso físico, emocional o sicológico, con el tiempo encuentra “un remedio para sus males”.

Se convierten en el abusador y victimario de otras personas y continuando con la cadena de acosos, maltratos e irrespetos.

Se vuelve entonces, al permitir todos nosotros que haya diferentes tipos de abuso y matoneo con la indiferencia que caracteriza al silencio causado por un miedo colectivo sin destinatario, un círculo vicioso del que pareciera casi imposible salir y no queda más que preguntarnos entonces, ¿Qué sociedad estamos construyendo y permitiendo con la impunidad de aquellos actos pequeños o gigantes de quienes creen que pueden decidir sobre el sentir, el pensar y el actuar ajeno? En las manos de todos y cada uno de nosotros está el acabar el reino del miedo sobre la integridad y la justicia.

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