El alma de la fiesta

Cuando nos vamos de vacaciones estamos siempre pensando en divertirnos y en aprovechar al máximo cada nueva experiencia que el lugar nos ofrezca, pero poco llegamos a pensar en las personas que viven de nuestra diversión, lo que para nosotros es una actividad recreativa, para muchos es su trabajo y sobretodo la única forma de sustento.

Hoy les quiero hablar de un gremio que pocos conocen, tal vez no valoramos su importancia, pero ese gremio está compuesto por los hombres que terminan siendo el alma de la fiesta, son los pilotos y auxiliares de las embarcaciones en las que muchos turistas conocen las playas.

Vamos a ubicarnos particularmente en Cartagena, ya que vivo aquí y estoy expuesta a esta actividad por muchas razones. La fantástica, es la principal ciudad de turismo en Colombia, una de las actividades más importantes se desarrolla en el mar, pasear por las Islas del Rosario, Barú, Cholon, o por la bahía de Cartagena es algo que hay que hacer si como turista llegas a esta ciudad, pero nadie sabe lo importante que es esta actividad para las personas locales, aquellos que no tienen otra forma de vivir.

Xiomara Palacios © Solkes

En Cartagena hay dos caras de la ciudad, la cara bonita, esa que queda plasmada en los recuerdos de todo el que viene a disfrutar de cada espacio y experiencia de la fantástica, pero más allá hay una población nativa que trata de salir adelante y adaptarse a las exigencias la vida y de la tecnología.

Desde pequeños están expuestos al agua, conocen el mar, la brisa y swing de cada ola. Ellos ven en el mar un trabajo empírico del cual pueden vivir, muchos no saben leer, no han estudiado o tienen la posibilidad de hacerlo. Anteriormente simplemente sabían manejar una lancha y conocían las zonas por donde podían meter la embarcación.

Cualquiera podía asumir el control de un bote, ya que lo importante era que fuera un buen maretero, (es decir que conozca de que forma coger la ola para evitar que la lancha se voltee), no sólo debe conocer las olas, la brisa les dice como va a estar el mar, es un arte lo llevan en la sangre y lo saben.

El mar sigue siendo el mismo para ellos, pero los tiempos cambian y esto está transformando su vidas. Ahora la Dimar exige un permiso igual al de la licencia de conducir, esto ha hecho que muchos tengan que pasar por cursos que los capacitan para sortear toda clase de situaciones marítimas.

En los pueblos el estado les ofrece el acceso a estas licencias a muy bajo costo o muchas veces llega a ser gratuito a través del SENA.

Xiomara Palacios © Solkes

Estos requerimientos han generado un filtro que garantiza una mayor seguridad para el turista, no todos pasan el curso y deben aprender a leer y escribir como requisito para tomar esta capacitación. Aunque las autoridades reconocen la experiencia de los nativos cada día son más los turistas a los que debe cuidar.

Ahora no solo tiene que tener esta licencia, también están inscritos a empresas de turismo que los capacita en atención al cliente y les enseña la importancia de un óptimo servicio, ahora su presentación personal pasó de ser la de un isleño para verse como un trabajador formal que asume la responsabilidad de manejar una embarcación en pro de cuidar la vida de los turistas.

Pero, aunque paso a paso se esté generando consiencía en el local sobre la labor de pilotear una embarcación y la visión de muchas de las empresas ha mejorado, la calidad de vida de ellos no es la mejor.

Un piloto se gana 100.000 pesos por cada salida, muchas veces esa embarcación sale todo a los días, pero la estadística muestra que en temporadas bajas sólo sale una vez a la semana. Vive de una salida, tiene casa, hijos que dependen de esta función. Es un trabajo informal pero es la labor más importante. Viven del día día de la propina.

Xiomara Palacios © Solkes

Pero ellos son tan sensibles como el agua ente las manos, son personas calidad y amorosos que aman su ciudad y cada gramo de arena que pisan. Son cariñosos por naturaleza y alegres, el sol los acaricia y les calienta el alma, viven en el mar, conocen cada uno de sus bajos y sus altos, esos lugares mágicos y escondidos para ellos son el tesoro que comparten, llenan las ruedas de la embarcación pero realmente de los gustos de cada pasajero, los flotadores, snorkels y hasta los puntos claves para caretear don el haz bajo la manga.

Ellos abren los brazos para cargar lo que les toque o a que les toque, no le tienen a nada y tienen la solución para todo, son los mejores guías turísticos en el agua y saben de los mejores sitios para almorzar o simplemente para bajarse a sacar una buena foto, ellos son felices con la alegría de otros. Ahí esta la satisfacción de su labor, en las caras agotadas pero felices que retornan a la ciudad después de vivir la mejor de las experiencias, por eso y mil razones merecen más que una propina. Ellos son el alma de la fiesta y el reconocimiento de todos.

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