Hay un estudio reciente que señala que el desarrollo y los índices de corrupción de una ciudad se pueden medir, entre muchos otros factores, por los problemas y las trabas que tiene Uber para iniciar su operación en cada lugar.
En las grandes ciudades
Las ciudades más desarrolladas son las que en la historia de esta plataforma tecnológica menos se han demorado en reglamentar y legalizar su funcionamiento. Las ciudades menos desarrolladas y sobre todo que se caracterizan por tener altos niveles de corrupción se han demorado sustancialmente en hacerlo. Además, han puesto todo tipo de trabas para que los servicios de esta compañía basada en San Francisco, California pueda funcionar y sobre todo complementar los servicios de transporte haciendo la vida de los ciudadanos más fácil y accesible en temas de movilidad.
De esta forma, ciudades por ejemplo como Ciudad de México, Londres, Sao Pablo y Nueva York han hecho de Uber un aliado a la hora de solucionar y gestionar temas de movilidad y lo ven como una buena solución para que más personas y ciudadanos puedan tener acceso a alternativas viables a la hora de moverse.
Los taxis y los diferentes servicios de transporte público son aliados de Uber, lo defienden y entre todos se ayudan mutuamente porque saben que hay un solo objetivo en común: mejorar la movilidad y ofrecer más y mejores alternativas en transporte. En las dos últimas ciudades, se ofrece también la posibilidad de que la compañía envíe helicópteros para evitar las horas pico y la congestión vehicular.
Bogotá es diferente
No es este el caso de Bogotá. Desde que empezaron en esta ciudad y aunque los clientes en términos generales se encuentran muy satisfechos con el servicio y con contar con una alternativa fácil, rápida, segura, controlada y monitoreada como ésta.
El gobierno local pareciera que se esforzara por no hacer ningún esfuerzo para legalizarlo y se han tenido que enfrentar a todo tipo de trabas y artimañas de competencia desleal por parte de los taxistas y otros sectores del transporte público, regla que además ha sido la constante no solo en esta ciudad sino en todo el país, al punto que en algún momento durante sus inicios les tocó parar su operación porque el gobierno consideró que era ilegal y no contaban con los permisos y las licencias para operar.
Al poco tiempo y gracias a las quejas e inconformidades de la ciudadanía pudieron volver a operar pero se anunció que se llevaría a cabo un proyecto de ley para reglamentar el funcionamiento de Uber y otro tipo de plataformas tecnológicas de este tipo que han ido surgiendo.
El gran problema
El problema de esto es que primero como todo proceso legislativo es demorado y aun no lo han llevado a cabo y segundo, pretenden reglamentarlo como servicio de transporte de lujo. Este no es el concepto del servicio que funciona por igual en todo el mundo y adicionalmente, incrementaría de manera significativa sus costos por ser considerado tributaria y económicamente un lujo.
¿Por qué si esta compañía tiene unos lineamientos muy bien definidos de lo que es y cómo funciona en Colombia tienen que modificarlos y decir que debe ser reglamentado como un lujo cuando es una solución al alcance de la gran mayoría? Y finalmente, quienes no tienen acceso a ella también se ven beneficiados en la medida en que la movilidad y el transporte en la ciudad sea más fácil y menos congestionado.
En Bogotá y en todo el país pero principalmente en la ciudad capital tiene el servicio de transporte absolutamente monopolizado: hay dos o tres empresas con sindicatos muy fuertes y para nada pasivos que manejan todo el negocio del transporte público.
Hay un par de dueños principales de las diferentes empresas de taxis que circulan – que en realidad son todas casi lo mismo- y máximo cuatro cooperativas grandes que controlan el negocio de los buses.
Entendible pero de ninguna manera razonable que estos grandes pulpos no quieran perder ingresos y su hegemonía por cuenta de otros servicios por demás más eficientes y transparentes que lleguen a competirles.
El mundo de los taxis
Pero el problema no es únicamente que el servicio de transporte público esté monopolizado, es que su servicio, precisamente porque no tienen competencia que les exija mejorar. Es en muchos casos mediocre y no tiene Dios ni ley. Ellos mismos van poniendo sus normas y solo es entre ellos mismos que se autorregulan y van estableciendo qué es normal o no y cuáles son las reglas tácitas para acceder al servicio.
En Bogotá, por ejemplo, se ha vuelto muy frecuente que los afiliados a las empresas de taxi le pregunten al pasajero antes de dejarlo subirse hacia dónde se dirige y de acuerdo con si les sirve o no el destino, decidan aleatoriamente si prestan o no el servicio cuando en teoría es de ley tomar la carrera y llevar al pasajero a dónde este necesite.
También y aunque el gobierno les regula las tarifas, en realidad cobran lo que les parece a ellos sin importar que haya en cada vehículo una tabla que indica cuál es el precio por cada recorrido según las unidades marcadas por el taxímetro (que tampoco es confiable porque lo adulteran con frecuencia).
Ellos simplemente en el momento en que preguntan para dónde va la persona y que deciden arbitrariamente si toman o no la carrera, informan su precio o dicen “allá lo llevo pero si me paga tanto” y si no, simplemente dicen “yo por allá no voy”.
Esto por no contar que cuando hacen la carrera siempre cobran de más de acuerdo con lo que informa la tabla y si el pasajero llega a hacer algún reclamo o a informar que está mal liquidado, se muestran muy bravos y en ocasiones agresivos y la culpa termina siendo de quien no quiso dejarse robar así abiertamente.
Muchos de los conductores de los servicios de transporte público, tanto quienes manejan taxis como quienes manejan buses, no lo hacen de manera muy responsable.
En muchos casos tienes varias multas pendientes por infracciones cometidas que tampoco se interesan en pagar o liquidar.
No hay ningún control si los conductores tienen procesos judiciales pendientes o si tienen las licencias de conducción en regla lo cual se refleja en la manera imprudente como conducen arriesgando en muchos casos, la seguridad de los clientes y pasajeros.
Los conductores de taxis además en la mayoría de los casos van distraídos: oyen música a volúmenes estridentes, mandan mensajes de texto y hablan por teléfono mientras manejan y parecieran más atentos a cualquier cosa que a la conducción del vehículo que en teoría es su oficio.
Mientras tanto en Uber
Mientras tanto en Uber por lo general el conductor se baja a abrirle la puerta al pasajero, lo saluda amablemente, le cierra la puerta y le pregunta una vez en marcha el vehículo que estación de radio desea escuchar. Mientras conducen tienen prohibido utilizar los teléfonos móviles. Si por alguna razón deben contestar una llamada le preguntan al pasajero si pueden atender y siempre con sistemas inalámbricos y auriculares.
No conocen tanto de rutas porque en la mayoría de los casos no llevan tanto conduciendo como los conductores del servicio público. Sin embargo todos tienen que tener, para inscribirse en la plataforma sistemas de localización satelital. En la gran mayoría de los casos lo usan por iniciativa de ellos haciendo más amable el trayecto para los pasajeros, adicionalmente para utilizarlo orillan el carro o esperan a que esté parado.
La empresa les hace para poder ingresar y prestar el servicio diferentes estudios dónde analizan las habilidades de conducción que tienen. Se mira si tienen antecedentes de seguridad o procesos legales pendientes, en cuyo caso no pueden trabajar conduciendo un Uber.
Les hacen procesos de actualización de datos y revisión de las licencias cada cierto tiempo, no solo al iniciar, lo que permite asegurar y sobre todo conservar la calidad de los conductores.
Tampoco les permiten tener multas ni sanciones pendientes.
Esto por no hablar de las tarifas, que son unificadas y absolutamente transparentes. Al usuario le indican antes de solicitar el servicio cuál es el valor por la unidad recorrida y por distancia.
Es una fórmula matemática confiable y no es el conductor quién liquida el servicio sino el mismo sistema. De esta manera evitando cualquier tipo de equívocos o de tarifas a la voluntad y la decisión de quién presta el servicio.
No hay tarifas especiales cuando se toma el servicio en la noche, en festivos o fines de semana ni cobran un valor adicional como sí lo hacen las empresas de taxis por solicitar el servicio.
En ciudades caóticas
En ciudades caóticas como Bogotá es común que la oferta de taxis no alcance para cubrir la demanda y que por ejemplo, en horas pico, no sea posible conseguir servicios porque todos están ocupados o simplemente porque como ellos consideran que no les sale rentable trabajar si hay mucho tráfico porque es un día de mucho movimiento como el viernes o porque está lloviendo y la movilidad en la ciudad está empezando a colapsar simplemente paran y no prestan el servicio.
Esto no ocurre en Uber. En primer lugar porque a los conductores los sancionan y los sacan de la plataforma por un tiempo que puede variar entre uno y varios días si no aceptan varios servicios que el sistema les arroje en consecutivo.
Si prestan mal servicio o si hay algún problema con la carrera pero sobre todo porque ellos manejan un sistema que se llama tarifa dinámica. Sistema, en el que si hay mucha demanda y poca oferta le suben el valor a la carrera mínima para garantizar que haya disponibilidad de vehículos.
Siempre es el cliente el que decide si la acepta o no según su afán y de nuevo y como siempre con este servicio, es informado previamente del sobrecosto que tendrá si acepta las condiciones propuestas.
Finalizando
La diferencia como es evidente, es del cielo a la tierra y sin embargo no basta con que Uber funcione perfectamente.
Claro, es una alternativa que ayuda a mejorar los problemas de movilidad y sobre todo la calidad de los mismos. Una ciudad con un sistema de transporte público deficiente y viciado como lo es Bogotá no es viable. Se necesita un cambio verdadero en la mentalidad de la ciudadanía y sobre todo del gobierno. Se necesitan soluciones permanentes, efectivas y definitivas para mejorar el transporte público que es uno de los principales problemas que asecha a Bogotá. Está en las manos de todos nosotros exigirle al gobierno acciones en este sentido y no seguir permitiendo abusos ni indiferencia en este sentido.