Al repasar el “Análisis Carta de Jamaica: 1815-2015 Doscientos años de pensamiento y legado bolivariano” de Francis Sánchez, encontramos que Caracas y Bogotá, entre otras, fueron capitales de la revolución hispanoamericana donde se gestaron movimientos insurreccionales nacidos en América con pretensiones similares: acabar con el colonialismo español y propender por la creación de naciones independentistas.
En ese eje, surge el pensamiento político de Bolívar, bajo un ideal de libertad y democracia con un sistema de gobierno unificado e integral al continente. Así, Carabobo y Maracaibo forjaron la república de Venezuela, del Pantano de Vargas y Boyacá surgió la república de Colombia, con Pichincha se conformó la república del Ecuador, en Junín nació la república del Bolivia, Ayacucho dio pie a la creación de la república del Perú.
La cima y los laureles de la libertad
Cada batalla representa la cima y los laureles de la libertad. Cada victoria, una patria nueva y libre en América, creada y forjada en su accionar de lucha e intelecto bajo un mismo espacio geográfico para unificar políticas jurídicas, económicas, sociales y militares en una sola patria: el anhelo de la Patria Continental Suramericana. Esa es la base del pensamiento de Bolívar que recoge la Carta de Jamaica.
Ahora bien, si llegamos al momento en que Chávez se apropió del concepto bolivariano, lo sembró en Venezuela y empezó a extenderlo en el continente, encontramos que luego de su fallecimiento el tema de Venezuela se convirtió en un monólogo repetitivo en la agenda regional e internacional, que terminó por marchitar las esperanzas del socialismo bolivariano.
¿Por qué? La crisis social y política que enfrenta Venezuela es producto del debilitamiento de una clase dirigente que no ha logrado responder al cúmulo de necesidades que reclama un sector cada vez más inconforme de la población, de un Estado que no podido lograr la eficacia de su modelo económico y mantiene a la población en un continuo y marcado desabastecimiento de productos de primer orden.
Una inflación sin precedentes, actos de sabotaje para unos, de inconformidad popular para otros, violación de derechos humanos, persecución a la oposición, polarización de criterios en lo político, miedo generalizado al caos y desgobierno, todo lo cual presenta a unos actores sociales que se debaten en una guerra mediática sin tregua.
Dependen del petróleo
Venezuela depende de la venta de su petróleo. Sin embargo la sucesión política con Maduro, la ha dejado en condición de fragilidad, con diferencias internas que tienen cada vez mayor repercusión en el contexto internacional y presentan a Venezuela alicaída, lejana de aquella de la Revolución bolivariana que veía en su líder natural la figura mesiánica que había esperado. Por eso ahora se habla de la Venezuela que encarnó Chávez, y la que dejó de Chávez.
Es cierto que la Venezuela de Chávez disminuyó la pobreza, que la desigualdad social bajó, pero particularmente la de hoy evidencia una brecha entre dos proyectos antagónicos. Venezuela está dividida y polarizada entre chavistas y no chavistas, y tanto unos como otros representan a una Venezuela que no logra encontrar su camino.
Recientemente el asesinato de uno de los candidatos de la oposición, pocos días antes de la realización de las elecciones dejó un mal presagio en el inmediato futuro. Sin embargo, el triunfo de la oposición venezolana en las elecciones legislativas del 6 de diciembre de 2015, demostró que la más importante herramienta que tiene el pueblo es la manifestación inquebrantable de su expresión a través del voto, que cuando se ejerce masivamente y logra romperse el abstencionismo, no hay nada que lo detenga para tomar el sendero que reclama la democracia, con un nuevo aire político, social y económico de una sociedad asfixiada por la equivocada dirección de su gobierno.
En Venezuela ese espacio democrático que se consolidó en las urnas, gracias a la activa participación popular, fue superior a las mismas garantías que tenía la oposición. El pueblo llegó a dudar y no creer lo que finalmente demostró ante los mismos atropellos que ha visto. Y así, ese sueño de la patria de Chávez languidece, no por el enemigo externo que él mismo denunció tantas veces, sino por la ausencia de liderazgo en Maduro para conducir el chavismo sin Chávez.
Repercusiones para Colombia
Ese desenlace de Venezuela tiene amplias repercusiones en Colombia, dados los lazos de familiaridad que mantienen naciones hermanas en una frontera de 2219 kilómetros. Un mercado bilateral que representa para Colombia importantes renglones económicos. Unas gentes unidas donde el comercio es el imperativo de subsistencia en una frontera de hermandad, afecto, pero también problemas de distinto orden, con unos llanos colombo-venezolanos donde sus habitantes siempre han compartido lazos de amistad, folclor y la vocación ganadera de sus regiones.
Es tal la dependencia de uno y otro, que las decisiones políticas afectan a su similar, más cuando las diferencias de países, se convierte por momentos en explosivas declaraciones de algunos de sus dirigentes. Es la historia de dos hermanos que tienen divergencias pero que en el fondo mantienen estrechos vínculos cimentados en el fervor de ideales y realizaciones.
Colombia y Venezuela, una frontera física y material que no resiste los verdaderos lazos que unen a sus gentes.
Hay una frontera mental que quieren imponer a toda costa quienes pretenden disociar los afectos entre países hermanos.
Puede decirse que uno de ellos, fue premiado por la creación con una riqueza petrolera que le ha permitido ufanarse de grandeza económica y poderío militar; del manejo de recursos a su antojo, incluso apoyando a otros países amigos e interviniendo en sus economías.
Al otro, le ha tocado apaciguar los ánimos para evitar que esos lazos resulten definitivamente fragmentados. Ha logrado hacer prevalecer la razón por encima de la discordia, las buenas maneras sobre las grotescas expresiones, la diplomacia sobre la palabra incómoda, y especialmente la búsqueda de soluciones cimentadas en el diálogo para superar las burdas acciones que recogen desde la expresión de la amenaza hasta la fuerza ejercida por su propio hermano.
Una historia unida por ideales
La historia de Colombia y Venezuela está unida por ideales comunes de la gesta libertadora. De personas que en uno y otro lado, han sufrido los embates de la violencia interna en sus territorios, de protagonistas políticos que con el filo de sus palabras trastocan los ánimos del nacionalismo y por momentos hacen tambalear la integración de pueblos que se necesitan y alimentan de sus propios lamentos y necesidades.
En el mes de agosto de 2015 el gobierno Venezolano declaró el estado de excepción constitucional en varios estados fronterizos con Colombia, y para Maduro esas medidas resultan necesarias hasta que se logre construir una “frontera de paz” para combatir el “terrorismo” en la zona limítrofe.
Sin embargo, lo que resultó deplorable fue el grado de violencia, saqueo y despojo ejercido contra unas 25.000 personas colombianas deportadas y otros que retornaron por el temor a ser deportados.
Es que esos actos tuvieron el sello de la agresión implícita que dejó en no pocos la necesidad de acciones médicas para el manejo de la ansiedad; en otros, la atención clínica por afectaciones psicológicas; y en algunos, la orden de tratamientos terapéuticos como pacientes con remisión psiquiátrica.
Hay una siembra de odios que el pueblo no quiere recoger.
Sin desconocer que en la frontera se agudiza también una problemática del conflicto armado colombiano y que algunas víctimas huyeron del país buscando refugio en Venezuela, donde se asentaron sin ser reconocidos como refugiados, y se han convertido en una población invisible de migrantes económicos pero que son víctimas de la violencia, lo cierto es que se trata de una masa poblacional que con las medidas del gobierno de Maduro ha padecido en medio de sus dificultades la marca del despojo con clara violación a sus derechos humanos.
Es que en la práctica lo que se encuentra es el alimento de la xenofobia contra el colombiano con la extralimitación militar venezolana, el maltrato al foráneo que mantiene lazos afectivos y sembró raíces venezolanas; el exceso en los desalojos, con utilización de la fuerza que le priva de lo poco que logró construir en años.
Un escenario donde se pisotea la dignidad y el sentimiento patrio. Cuántas personas despojadas más que de apegos materiales, de lazos creados en la fraternidad y el amor en sus familias.
Triste verdad
La xenofobia que se fomenta y cuyo ejemplo se vivió hace pocos meses, desborda el irrespeto por la dignidad humana del colombiano, en medio del discurso mediático y populista que exaspera la ruptura entre las líneas uribista y chavista a uno y otro lado, en una confrontación que se fortalece en la medida en que se ataca. Mientras tanto es el pueblo privado de transitar esa frontera, llena de barricadas, el que sufre las consecuencias de distinto orden, porque como dice Stefan Zweig (cuando prisioneros rusos custodiaban soldados austríacos y se comportaban como camaradas en 1915) “aquellos hombres sabían que la guerra era una desgracia que se había abalanzado contra ellos y ante la cual no podían hacer nada y que todos los que habían caído en esa desgracia eran como hermanos”
Durante los primeros días del mes de enero de 2016 el gobierno de Maduro ordenó abrir un corredor humanitario en la frontera colombo-venezolana, que ojalá sea pronto de apertura total, como esperanza del reencuentro sin barreras de dos pueblos hermanos. Definitivamente la ignorancia no sólo se perpetúa en las leyes, también en las convicciones ideológicas disecadas, tanto como en los fanatismos secos y desvergonzados. Esa es la tarea que le corresponde rectificar a la nueva Asamblea Nacional para reivindicar a esa Venezuela grande.