Vivir en Caracas y estudiar Teatro no hacía necesariamente de mis viernes un día especial, muchos viernes y fines de semanas enteros los pasaba en mi cuarto alquilado, leyendo. Incluso solía irme a mi pueblo natal a visitar a mi familia. Ese viernes donde nace mi anécdota estaba destinado a ser algo muy particular. Estaba a punto de convertirme en una prostituta de baja categoría empleada en un bar y no lo sospechaba siquiera.
El café Rajatabla estaba a reventar de gente buena de teatro, había algarabía, carcajadas. Luces rojas, muchas caras conocidas y uno que otro “nuevo” invitado por algún veterano de la cerveza y la cháchara que miraba a su alrededor espantado. Cuando visitaba éste café, solía sentarme en unas mesas que quedaban subiendo unas escalerillas en la terraza, eran solo dos mesas que dejaban ver todo desde una altura discreta y sufisciente para no ser visto si no se quería. Esa noche esas mesas estaban ocupadas y tuve que sentarme muy cerca del baño.
Estaba sola, quería estarlo. Disfrutaba muchísimo la observación de gente muy feliz, muy abierta, muy borracha y muy loca. Busqué una cerveza muy fría, me senté relajada. Me la tomé deprisa.
Busqué otra y muy pronto la tercera y la cuarta. Pensé estar viendo mal cuando vi acercarse a mi un rostro conocido pero que no pertenecía a la geografía caraqueña.
Cuando uno conoce a alguien y esta acostumbrado a verlo en un espacio al verlo en otro d la impresión de estar viendo de pronto la película que no es. Se me acercó sonreído, feliz de haberme „encontrado“:
– “Hola, yo sabia que te podía encontrar aquí, alguien afuera me dijo que te había visto entrar!.“ Èl estaba feliz, yo estaba desfasada. No quiero verlo, ni a él ni a nadie. Mi amigo había venido de mi pueblo a visitar de sorpresa porque tenia semanas que no me veía por allá y pensó, así sin mas, que una visita de él podía, no se, alegrarme? no se qué pensó. Pero después de 5 cervezas y mucho ruido y algarabía no estaba yo para discutir mucho.
– Búscate una cerveza y siéntate un rato, aquí la noche es joven.
– No te alegras de verme?
– Si si claro, lo que pasa es que hoy no tenia planificado nada especial, quería sentarme a tomar algo y ver gente.
– Bueno mi visita ya es algo especial, no?
– Busca la cerveza que la cola es larga. Me traes una porfavor.
Le di un dinero y me fui al baño. Me fui pensando en lo rápido y radical que había cambiado mi noche y me percaté de lo muy poco que me apetecía aquella compañía. Volví a la mesa y lo vi ya sentada, definitivamente no tenia nada que ver con el ambiente, no por ser de otra ciudad o pueblo, sino porque en mi cabeza era un personaje de otra historia.
Lo vi feliz, admirado de tanta gente “extraña y loca” según sus palabras. Me senté a su lado seria, me empiné la cerveza sin verlo y después le dije, aun sin verlo, sino viendo hacia la muchedumbre: “Bienvenido a mi mundo”.
No hablamos mucho, no quería reclamarle su visita sin previo aviso y no quería dañar mi noche, mi fin de semana. Saludé a un par de amigos mas. En realidad saludé a mucha gente, recordemos que estaba casi en la puerta del baño.
De pronto lo vi, Frank venia directo hacia mi como si yo lo hubiese estado esperando toda la noche justamente a él, como si hubiésemos acordado una cita. Se le veía tomado y al saludarme con un beso en la mejilla mi nariz corroboró su tumbao.
– “Pero si estas aquí mismo, que bueno encontrarte aquí tan temprano.“ Yo me emocioné de verlo aunque no entendía la emoción de él. Frank era una persona muy conocida en mi Universidad, en el cine, en las tablas de teatro. Aparte de vernos en el salón de clases y en los pasillos de la Uní, habíamos compartido muchas conversaciones interesantes rodeados de botellas vacías y muchos entrecomillados en sus frases, pues Frank es un hombre muy culto y adoraba citar autores. Siempre lo oía con atención, con admiración y sobretodo con gracia. Frank tenia una boca inmensa, era un mar extenso con un barco de letras en todo el medio de la boca. No pasaba desapercibido jamas y de todas las chicas que había en ese café apuesto y gano que yo era la única que no me moría por besarlo y por eso me buscaba siempre para hablar, eso no lo invento yo, eso me lo dijo él.
Mi amigo de mi pueblo lo reconoció enseguida y lo saludó como saluda la gente formal, levantándose de la silla y apretándole la mano con fuerza y diciendo además:”estamos a la orden”, nunca entiendo esa frase.
– “Maria esto aquí está muy aburrido, vámonos para otra parte a echar cuentos, no quiero hablar con mucha gente hoy, te parece?”
– “Hoy me pasa lo mismo“, le dije, „Vámonos, tú me dices adónde, yo ni idea“, eso respondí desde las 10 cervezas ya.
– “Y tú“? ?Te vienes con nosotros?“, le preguntó Frank a mi amigo.
– “Si claro, yo voy a donde ustedes digan“, respondió sin verme, sin buscar mi aprobación o lo contrario.
Salimos felizmente casi ebrios a tomar un taxi.
– “Vamos al Bar….“ indicó Frank. Admito que no recuerdo el nombre del sitio y en conversaciones recientes con Frank logramos recordar todo lo sucedido, menos el nombre del Bar, ni la zona. Mi amigo en su trauma no quiere nisiquiera recordar que tuvo la idea de visitarme en Caracas sin previo aviso.
Llegamos a un Bar pequeño y muy oscuro. Adoro esos sitios íntimos donde la música se oye tanto como puedes oír a tu interlocutor. Parecía una escenografía teatral, muchas mesas pequeñas apenas para dos personas con mantelitos viejos y raídos pero limpios. Sobresalía el rojo. Rojos los manteles, roja una pared, rojas las luces. roja mi boca. Y la de la chica de al lado. Y la otra. Y la otra, „ay que genial todas de rojo“ comenté con una sonrisa relajada. Había puesto justo al lado de una corneta de música gigante ubicada enfrente de la barra estrecha y atiborrada de bebidas. Frank se sentó, habló con un hombre muy alto, muy acuerpado y serio. Me vieron. El dijo no con la cabeza, Frank levantó la mano en señal de „yo me responsabilizo“ Frank le dio algo de dinero y enseguida fui bienvenida. Yo pensé que estaba ya tan lleno que no aceptaban mas de dos personas . Habían hombres, sentados en las mesas y algunos bailando con chicas ataviadas en ropas 3 tallas menos.Yo estaba fascinada, el ambiente teatral me envolvió enseguida.
– “A veces vengo a tomarme algo y hablar pajita, es un sitio tranquilo y el portero me conoce, no hago sino beberme algo y me voy siempre. Te gusta el sitio“? Me preguntó Frank encendiendo un cigarrillo y ofreciéndome uno.
-“Me encanta“.-Le respondí poniéndome el cigarrillo en la boca y dejándomelo encender por él. Mi amigo estaba intranquilo, incómodo, mudo. Nosotros lo ignoramos sin querer, enseguida entramos en tema y nos olvidamos de mi visita inesperada. Pedimos algo de tomar, mi amigo pidió un trago de Whiski sin rocas y sin vergüenza. Le hablaban algunas mujeres y el se incomodaba y me preguntaba: „Dónde estamos“? y yo le respondía con mi total sinceridad: „En un Bar en Caracas tomándonos un trago“ El me veía sintiéndose estúpido, yo le decía „Ay no, relájate y bebe“ y seguía haciendo análisis cuadrimensionales de personajes con Frank en medio de faldas cortas, luces rojas y humo de cigarrillo a granel. Frank tuvo que ir al baño y yo aproveché de hablar con mi amigo y decirle que en Caracas es así, estas en un sitio y de repente sales a otro pero amaneces es en otro, que todo estaba bien. „Pero Frank es amigo tuyo, amigo , amigo así de confianza“? “Claro, por qué?”
De pronto se encendieron las luces blancas, quedé ciega por segundos. La música calló su voz. Las mujeres se levantaron de sus sillas y de las piernas de sus acompañantes. El portero me veía nervioso. Entró la policia, habló fuerte: “Todas contra la pared, todas con cédula y permiso en mano”.
“Están buscando menores de edad en bares“ pensé, me levanté de mi silla muy elegante busqué mi cartera y me paré justo al lado de dos hermosas mujeres, muy llamativas y extremadamente maquilladas, lo noté por la luz. Mi amigo me veía desde su silla como ve un Buho en la oscuridad. Tenía una sonrisa nerviosa y quería decirme algo que yo no alcanzaba a oír. “Vente con la cédula” le dije yo, pensando que estaban pidiendo documentos a todos, a todos sin excepción de género. La chica de al lado se sacó el chicle de la boca y lo pegó debajo de la barra, me vio y me dijo: “Y tú mijita, eres nueva o que?”.
Y la luz se abrió sobre mi cabeza: “Estoy en un Burdel” pensé y abrí los ojos lo mas grande que pude al mismo tiempo. Sentí un escalofrío en mi columna vertebral al tiempo que se me acercaba uno de la policia trayendo consigo una sonrisa de malicia. Frank salía del baño también. Si tuviera que usar cámaras para mostrar ése momento creo que necesitaría unas ocho. Mi rostro, la sonrisa del policía, la voz de Frank saliendo de su enorme boca de dientes blanquísimos, lo noté por la luz, la sonrisa nerviosa de mí amigo buscando un sitio debajo de la minúscula mesa para esconderse y la vista de todos los presentes puestas en mí. Frank gritó acercándoseme para protegerme del policía: “Noooooo, ella no, ella no, ella no”.
El portero tenía la cabeza entre las manos, el bartender rompió un vaso y la chica de al lado me dijo: „Tienes papeles? siéntate que tú no eres puta” Yo no lograba moverme de mi sitio. Me habían nacido raíces en los pies. Frank me haló por un brazo, le dijo al policía “Ella es mi novia, ya nos vamos” El policía vio al portero: “Este no es sitio para parejitas” Mi amigo le reclamó enseguida a Frank: „Por qué la trajiste aquí“? Todos podian oír los textos dichos, esa noche yo era una prostituta más que nunca se percató de las veces que vinieron a mi mesa a buscarme y Frank les decía „ella está conmigo”, yo que bailo muy bien pensaba claro, todos quieren bailar un bolerito. Frank me repetía al oído mientras me sacaba por el brazo: “Perdóname, jamas había venido la policia”.
no pude más, era demasiado para mi en una noche en la que no había planificado nada y solo quería sentarme a tomarme unas cervezas en un sitio lleno de gente feliz. Rompí a reírme, no podía parar, era una risa alterada, pasaba de la falta de oxigeno a las lágrimas de risa. Frank se reía, afuera nos dio en la cara la brisa helada de una Caracas ennegrecida por la noche.
Nos reíamos sin oír las preguntas desesperadas de mi amigo “Cómo hago para irme al terminal de autobuses a ésta hora, me quiero ir a mi casa ya”.Se había venido en autobús y quería devolverse y pretender que esa noche no había existido. No entendía nuestras risas, nuestro desparpajo y nuestra complicidad. Paramos un taxi. El taxista bajó la ventanilla, vio enfrente de dónde estábamos y me preguntó: “Vas con los dos muñeca”? Frank y yo nos reímos de nuevo, Frank respondió: „No señor,la muñeca va a su casa a dormir, yo me quedo“ Lo vi seria, pero un hipo impertinente llegó para entrecortar mis palabras, me quité un mechón de cabello de la cara y lo ví, Frank me veía hermoso, con una embriaguez que hacía ver sus ojos muy torcidos y una sonrisa enorme, gigante, monstruosa me besó la frente.“Te quiero“, „Yo también“ le dije „Cuidate mucho“ añadí. Me monté en el taxi y le dije a mi amigo, el mudo. “Sube, te llevamos al terminal, ya a ésta hora hay autobuses”.
Entré a mi casa cuando salía el sol. Ese sábado lo dormí todo. Entre las veces que me despertaba para comer y tomar agua o ir al baño pensaba en lo hermosamente prostituta que había sido la noche anterior. La ropa me olía a humo, a trago y a ofertas rechazadas.