¡Allá vamos Panamá!
6am: El olor del café recién colado recorre toda la casa. Mientras Sarah duerme, nosotros ya estamos activos, caminando para un lado y para el otro, preparando los últimos detalles para salir a nuestro primer viaje internacional por tierra, ya casi todo lo que llevamos pasó la noche dentro del carro, en pocos minutos, saco a mi nena del calorcito de su cama para embarcarnos en esta experiencia que nos emociona y que, para qué negarlo, también nos causa un poco de ansiedad y nervio.
7 am: Arrancamos. Finalmente llegaron las vacaciones ¡Que alivio y qué alegría! La ruta en principio, es la misma que tomamos cuando vamos a las playas del Pacífico, por lo que se nos hace familiar. Dicen que el viaje hasta la frontera es de aproximadamente 5 horas. La vía bordea casi en todo momento la costa, por lo que pasamos por montones de playas unas más cercanas que otras, provoca pararse por un chapuzón, pero tenemos un objetivo, llegar a la frontera temprano, puesto que nos advirtieron que en los procesos legales pertinentes para cruzarla, se pierde mucho tiempo. Llegamos a Paso de Canoas en unas 4 horas, vamos muy bien, tal vez sí podamos hacer el viaje completo de una sola vez y no sea necesario dormir en el camino. Sarah ha llevado el viaje súper bien, nosotros estamos frescos y emocionados.
Paso de Canoas es una ciudad internacional, una parte, de la Provincia de Puntarenas en Costa Rica y otra de la Provincia de Chiriquí, al oeste de Panamá.
Una ciudad caliente, con mucho movimiento de gente, comercios, carros, camiones, mucho ruido y alharaca y muy poca señalización. Es por esto último que sin saberlo, terminamos metidos con el carro justo por el paso de la frontera sin antes pasar por la aduana, ni por las oficinas de migración y extranjería de Costa Rica, cuando lo notamos ya era un poco difícil echar para atrás y tuvimos que hacer maromas para poder devolvernos y hacer todo lo necesario para poder salir con todo legal, como Dios manda.
Poco más de dos horas nos tomó lograr montarnos de nuevo en nuestro vehículo y enrumbarnos finalmente a tierras panameñas.Cansancio, hambre y hastío por todo el tiempo perdido, ya jugaban con nuestra aspiración de hacer el viaje hasta Ciudad Panamá en un solo día.
Decidimos que vamos a pararnos en David, una de las principales ciudades de Panamá y que se encuentra a muy pocos kilómetros de la frontera, para comer, estirarnos, comprar un chip de celular para poder comunicarnos con la familia y tener acceso a Waze, analizar nuestras opciones y tomar una decisión entre seguir hasta nuestro destino final o hacer una parada para dormir y seguir al día siguiente muy temprano. Al entrar a Panamá nos embargó la emoción, celebramos ¡Lo hicimos! ¡Acá estamos!, no tuvimos problema con los permisos de Sarah ni del carro y todo salió perfecto.
Panamá nos recibe con unas vías bastante más amplias y cómodas para viajar, entonces cogemos impulso de nuevo; bien por nosotros, mal, porque con la emoción pasamos Ciudad David sin darnos por enterados. Kilómetros más adelante comenzamos a dudar ¿será que lo pasamos?, pero ¿en qué momento?, luego caímos en cuenta, sí lo pasamos.
La siguiente ciudad más grandecita que nos señala el mapa que por suerte nos regalaron en la frontera, es Santiago, según mis cálculos como a unas 2 o 3 horas de donde estamos. El hambre ataca, pero nos valemos de los snacks que tenemos en el carro, debemos continuar.
Panamá tiene aires de crecimiento y desarrollo, están trabajando en mejorar su infraestructura, así lo podemos ver por los trabajos de ampliación que justo estaban haciendo por esos días en la Carretera Panamericana, nuestra vía. Finalmente llegamos a Santiago, nos estiramos, recargamos las baterías y al darnos cuenta de que ya habíamos realizado la mayor parte del viaje, simplemente ya lo que deseábamos era llegar a nuestro destino, así que luego de pensarlo por unos minutos, decidimos continuar.
Ciudad Panamá
9 y tantos pm. (Hora de Costa Rica): Estamos entrando en Ciudad Panamá. No puedo definir la emoción que me embarga, hacía casi dos años que no veía tantos edificios juntos, tantas luces, tanta… ciudad. No me quejo de Costa Rica, pero viniendo de Caracas, soy un tanto cosmopolita y Costa Rica en pleno es más calmo y bajo perfil. Al llegar a Panamá y poder observar tantas luces, vías, edificios modernos, siento que estoy llegando a casa (o algo parecido, al menos). Estas dos semanas nos quedaremos en donde unos amigos.
Luego de perdernos por un rato, llegamos al lugar y tras saludar y subir las maletas, nos disponemos a darnos un baño y descansar. La adrenalina que me recorre por haber llegado bien y encontrarme con tantas cosas que me gustan de primera impresión, pierde la batalla ante el inmenso cansancio que cargo por semejante viaje de unas, nada despreciables, 15 horas.
Los días siguientes fueron días intensos, de encuentros y calor familiar, de muchas risas, agite y celebración. Queríamos conocer muchos lugares, queríamos estar en familia, queríamos ir de compras (ya saben que en Panamá se consiguen muy buenos precios), había mucho que hacer y aunque dos semanas parecían suficientes, en realidad se hicieron cortas.
Se supone que en las vacaciones se descansa, por tanto no pretendíamos despertarnos todos los días demasiado temprano, además andamos con una nena que justo por eso días arribó apenas a su tercer cumpleaños, mi familia, la que vive en Panamá, tenía algunos compromisos laborales y mis viejitos no pueden andar en correderas, muchos motivos por los cuales el tiempo no nos rindió todo lo que hubiésemos querido y, siendo honesta, hubo momentos en que realmente, en lugar de sentirme relajada, estuve un poco (muy) estresada, pero bueno, al final los recuerdos que quedan son los positivos.
Panamá me encantó, no sé si para vivir, siendo extrajera, más aún, venezolana, (digo porque, con la oleada de venezolanos que han llegado al “Dubai Latino”, ha ido naciendo en algunos panameños una especie de rechazo por mi gentilicio), no sé si a la hora de ir y vivir el día a día, pierda un poco el encanto, es una posibilidad, pero la verdad es que a mí me encantó, me flechó. Decir cuál fue mi lugar favorito, es difícil, es que me gustó el ambiente, la movida, el espíritu de la ciudad, ¡vamos! No es Nueva York, ni cerca, pero tiene mucho que ofrecer.
El paseo al Canal y al Casco Antiguo son los que guardo con más emoción en mi memoria. Lo más cerca que había estado del canal había sido hace como 30 años, en una muestra interactiva que se presentaba en el Museo de Los Niños, en Venezuela. Recuerdo que me fascinó la explicación de todo el proceso aquella vez, pero poder verlo, en vivo y directo, siendo adulta y reconociendo la magnífica obra de ingeniería que es, ¡eso sí que impresiona! Además el lugar cuenta con un museo bastante completo donde se explica todo el proceso de construcción de semejante maravilla. Es un paseo obligado.
Luego el Casco Antiguo, con ese aire bohemio que lo rodea, con toda esa historia, sus calles, sus casas coloniales, sus ruinas. El paraíso para alguien con sensibilidad artística y humanista, provoca ir una y otra vez e irlo conociendo y degustando de a poco. A eso le añadimos la magia que se siente cuando sentado en algún barcito underground del casco, en medio de toda esa antigüedad, diriges la vista hacia el horizonte y te encuentras con una especie de postal de contraste, con todos esos impresionantes rascacielos que conforman Panamá Nueva, y la Cinta Costera.
Centros Comerciales o Malls, parques vegetales, puentes de impresionante arquitectura, poderosas y conmovedoras vistas, lo antiguo y lo moderno en un mismo lugar. Sí, Ciudad Panamá tiene mucho que ofrecer. ¿Cosas que mejorar? Claro, como en todos los países del mundo, pero la verdad es que fue un paseo digno de repetir.
Llegó el día, había que despedirse, primero de mis padres, a quienes, después de disfrutarlos por unos inolvidables 25 días durante su estadía entre Costa Rica y Panamá, debíamos dejar en el Aeropuerto de Tocumen, para que abordaran su vuelo de regreso a Venezuela. Luego, de mi hermano, cuñada, sobrinas y amigos, son de esas páginas del libro, que uno quisiera saltarse, pero ya era hora de volver a casa. Despedirme de mi gente, de Panamá y sus encantos y dejar atrás esos días de calor familiar para volver a la realidad, me encogió el corazón, pero poco a poco, con el amor de mi hija y esposo y los paisajes de regreso en Costa Rica, volví a sentirme llena. Y es que estemos dónde estemos, siempre podremos volver a casa.