En la salvaje era en la que vivimos de las apariencias, damos total importancia al aspecto físico. Nos esclavizamos para encajar y cumplir con los estándares de “belleza” impuestos por la sociedad, la gran herencia que dejó el Siglo XX. Creemos encontrar sentido a nuestra vida dedicándonos al culto “fit”, transformando todo lo que nos rodea en torno a éste. Es natural que muchos jóvenes se preocupen por su apariencia; sin embargo, la obsesión abre las puertas a una enfermedad temible: la fiebre del “fitness”.
Un vicio más
Se supone que es un estilo de vida, pero se convierte en un vicio del que no es fácil salir. Algunos de los síntomas frecuentes son ejercitarse cinco horas diarias en el gimnasio, registrar continuamente las calorías ingeridas en cada alimento usando aplicaciones de los SmartPhones, hasta la aparición de desórdenes alimenticios. Todo, con tal de mantener la figura perseguida y, finalmente, alcanzada. Esta es una epidemia que se contagia gracias a la impotencia de los padres frente al tema o el fomento de las amistades.
En el primer nivel de la fiebre, la vida social pasa a un segundo plano y se deja de socializar poco a poco. Se mecaniza la vida para rendirle culto al físico sin excepción alguna.
Irónicamente, se quiere ser clasificado como “fit”, máximo reconocimiento de un individuo, que confirma la infección al sentirse orgulloso de su superficialidad. En consecuencia, quien al principio resulta inmune al virus sintiéndose cómodo consigo mismo, es rechazado por los portadores con el fin de que contraiga la enfermedad.
La preocupación
Lo que preocupa es el efecto de la onda fitness en la estabilidad mental del individuo, sometiéndolo a vivir con miedo y angustia. La obsesión con alcanzar la perfección física conlleva a la desesperanza de lograrlo cuando ningún ser humano podrá hacerlo. Es necesario entender que nadie podrá alcanzar estándares ficticios.
Pero lo que más me indigna es el afán de enfatizar la importancia de las opiniones de los demás sobre la propia. Nos basamos en los juicios de los otros, olvidando nuestra identidad; perdemos nuestra esencia frente a un aspecto tonto y vacío como vivir del físico exterior y no del interior. Una gran controversia causada por la epidemia es la impotencia de autoconciencia en las personas para fomentar la autocrítica.
Aunque se intenta llevar una vida más sana, muchos terminan por desarrollar desórdenes alimenticios y mentales. Se rechaza a las personas que caen en estos trastornos a causa de la enfermedad, como también se genera intolerancia frente a quienes necesitan ayuda para salir de estos problemas.
Una vez el individuo contrae una enfermedad real a causa de la “fiebre”, se le considera irrazonable y obsesivo, cuando la verdadera obsesión es desarrollada desde el principio del trastorno.
Asimismo, se esconden las verdaderas opiniones de las personas para no ser clasificadas como “inservibles”, inmunes, teniendo en cuenta la función del individuo: ser totalmente devoto a su cuerpo. Cuerpo que al final se descompone y nada queda.
Otra gran polémica producto de esta peste, es el consumo de diferentes tipos de complementos (venenos letales que empeoran la fiebre) para lograr en menor tiempo la figura anhelada.
En otras palabras, se acelera el proceso hasta que el virus llega a ser considerado terminal. Y en vez de buscar ayuda para curarse, se busca estar más involucrado en el uso de suplementos, los cuales son consumidos a escondidas de padres, quienes preocupados por sus hijos, tratan de evitarlos al saber sus efectos secundarios son a largo plazo.
El verdadero problema
El verdadero problema radica en que se distorsiona la imagen del fitness, que a ciencia cierta significa la condición de estar físicamente sano. Pero se está dando importancia a ser “fit” de una manera perjudicial. También conlleva al sentimiento de agrado frente a la idea que consumir productos “orgánicos” y “artesanales” con 0 calorías o preservativos, los cuales se venden a altos precios en el mercado en tiendas naturistas.
La idea de estos productos, es instaurar en sus consumidores una falsa imagen sobre lo que realmente es sano y qué se debe consumir para llevar una dieta balanceada. Es triste que aún así el mercado impulse su venta para fines codiciosos, fomentando la expansión de la plaga.
No somos perfectos. Como seres humanos tenemos tropiezos y triunfos y no podemos permitir que nuestro proyecto vital sea alcanzar el físico perfecto. Idealizamos objetivos, lo que hemos conseguido a través de la historia es la destrucción de lo ajeno. Como resultado, nos autodestruimos por motivos banales que solamente producen satisfacción temporal.
¿Qué sigue después de llegar al estado fit? En el proceso perdemos la habilidad de valorar lo importante en la vida, nuestros sentimientos y las relaciones que tenemos. Preferimos aislarnos para seguir la multitud solitaria y no darle un alto al asunto para disfrutar la vida sin falsas preocupaciones. Caí en la enfermedad al ser empujado por mis amistades, muchas de las cuales aún siguen contagiadas.
Me asustaba con cada alimento que ingería, con cada caloría no quemada, hasta el punto que exploté y todo se salió de control. Me encontraba al borde de la desesperanza batallando entre mis necesidades y mis metas. Luchaba contra mi propia salud para pertenecer al grupo “fit”. Llegué a la decisión de satisfacer mi deseo interior sin tratar de complacer a los demás en cuanto a mi exterior, después de pensar a fondo mis propósitos.
Es duro dejar de pensar en la carga moral que implica el fitness, pero se puede considerar otro estilo de vida, uno en el que podemos encontrar el verdadero sentido de nuestras vidas. Tal como las drogas o el alcohol, la obsesión con el cuerpo es un vicio que se despierta de la noche a la mañana.
En conclusión
Como jóvenes, somos vulnerables y más aún ante lo que la mayoría de la sociedad nos incita a hacer. Un acompañamiento fuerte es esencial para orientarnos y corregirnos. Sin embargo, no debemos culparnos por no contar con una orientación, no es nuestra culpa pero sí debemos buscar a alguien confiable.
Creyendo en nosotros mismos con la fuerza de voluntad para decidir autónomamente, nos alejamos del mal al que estamos expuestos.
Es este un antídoto peculiar, una excelente solución.
Depende de cada uno decidir si tomarlo o no. Como miembros de la sociedad, debemos ayudar a quienes, confundidos, caen en la fiebre del concepto erróneo del fitness. No tenemos otra opción que cuidarnos los unos a los otros. Definitivamente, no se debe negar la importancia del ejercicio y de una dieta sana, ambos son fundamentales para nuestra salud, pero se deben fijar límites, pues nada en exceso es bueno. Debemos buscar un equilibrio y la felicidad individual, al final, cada quien se enfrenta a la vida solo, nace solo y muere solo.