La costa un escenario de intervalos

En mi memoria tengo el momento exacto en el que conocí a Pato, recuerdo que tenía casi un mes de llegar a Australia y estaba en un bar con un grupo de amigos del colegio.

Ana María Fresneda Martínez © Solkes

Me sentía extraña porque todo era nuevo para mí, mientras hablaba con uno de mis compañeros una pareja de novios se sentó al frente, en ese preciso momento se acercó mi nueva flatmate y dijo: “Annie te presento a mi primo José y a su novia Patricia” cuando extendí mi mano y dije: “mucho gusto. Encantada de conocerte”, no me imaginaba que realmente sería así.

Un año después, en medio de bromas y risas, recordamos esa fecha como si hubiese sido ayer. Nuestra amistad se ha mantenido durante todo este trayecto, no ha sido nada fácil adaptarnos a una nueva cultura, aprender un nuevo idioma y sobre todo a observar el repentino cambio en nuestras vidas.

La experiencia de vivir lejos de casa, ha marcado una huella significativa en cada una de nosotras, por eso cada día que vivimos nos lo gozamos como si fuera el último, porque este ciclo tendrá que finalizar en algún momento.

Durante aquella conversación, Pato manifestó que quería hacer el recorrido de la costa de nuevo, me pareció un poco curioso, sin embargo, ella me reiteró que es muy importante y me eligió como su única acompañante, irónicamente le agradecí y acepté su invitación. Pato me miró muy seria e insistió que quería que este recorrido fuera especial y significativo para ambas. En ese instante dejé mis sarcasmos de lado y le reafirmé que ese recorrido sería inolvidable.

El martes 23 de junio hicimos un recorrido por el Camino de la Costa, una ruta panorámica que puede iniciarse de desde la Playa de Bondi hasta Cogee o viceversa. Llegar allí fue un momento encantador, desde una pequeña montaña observamos el mar cristalino con unas olas increíbles que le abrían campo a los aficionados surferos, los mismos que siempre están buscando una oportunidad de lucir su estilo y destreza.

Ana María Fresneda Martínez © Solkes

Recorrimos los acantilados nos tomamos fotos, y apreciamos los contrastes que se podían observar durante el camino.

Esa línea está conectada con diferentes escenarios que por arte de magía llevan a un camino rodeado de hermosas e imponentes rocas, las cuales se une con verdes y bellos parques que no pasan desapercibidos, porque ofrecen una vista de majestuosos paisajes que se entrelazan con el mar, las montañas y enormes piedras.

También, durante el paseo pueden comprender importantes acontecimientos a través de pequeños letreros que narran la historia de los australianos aborígenes antes de la conquista inglesa, a su vez, dentro de esta misma zona se puede observar un enorme y particular cementerio.

Después de pasar por Bondi nos acercábamos a la playa de Tamarama en ese instante Patricia y yo nos acordamos de la exposición del Sculpture by the Sea en noviembre del año pasado, ese hermoso escenario donde la creatividad de los diferentes artistas hacían de este paisaje una galería de arte al aire libre; donde el arte se robaba la atención de todos sus visitantes. También, observábamos a jóvenes familias jugando en la playa en los días de barbacoa y a uno que otro aficionado a lectura leyendo acostado sobre el prado.

Más adelante, solo bastaron unos cuantos pasos para encontrar una hermosa reserva natural que cambia completamente el escenario y le abre campo a Bronte beach, adornada con unos preciosos acantilados rocosos que hacen contraste con la arena, allí hay una pequeña piscina natural donde los niños y adultos pasan el rato para entretenerse.

Por esta misma ruta, continua el camino del Cementerio de Waverley que no deja de ser el centro de atención de los turistas que caminan por esta área.

Ya faltaba poco para finalizar el trayecto, pero la magia continuaba, el camino por el acantilado terminaba y nos dejaba en una punta a la orilla de la Playa de Clovelly, en esta zona las aves adornan este lugar. Más adelante hay una enorme piscina natural que se une con un nuevo tramo que te lleva a un espectacular mirador en la bahía del área de parqueo. En este parte del camino se encuentra una preciosa y antigua zona residencial la cual es un poco curiosa, porque allí se puede ver una gran cantidad de adultos mayores jugando bowling en unos pequeños cuadrados.

Ana María Fresneda Martínez © Solkes

Por ese mismo camino también puede verse un pequeño gimnasio al aire libre donde los más jóvenes hacen ejercicio y uno que otro sale a caminar con sus mascotas por los alrededores.

Por fin, después de tanto caminar y subir unas escaleras Patricia y yo llegamos a Coogee Beach, un lugar antiguo pero a su vez muy moderno, es una enorme playa donde se pueden hacer un sin número de planes, allí hay una zona gastronómica para todos los gustos y bolsillos. Del mismo modo, se pueden tener momentos tranquilos frente a él disfrutando de una hermosa y extensa zona verde la cual está adornada con diferentes monumentos artísticos, allí cualquiera puede tener momentos divertidos con amigos y familiares ya que esta playa se presta para hacer picnics y barbacoas.

El recorrido por el Camino de la Costa terminó, Patricia miraba con nostalgia el mar, recostada en una baranda, mientras yo tomaba unas cuantas fotografías, ella se acercó y me dijo: “Annie, este momento es muy significativo para mí, mira cuantos recuerdos tenemos juntas. Hemos venido aquí muchas veces en diferentes circunstancias, por favor, no olvides que esta playa es la misma pero cada vez que regresábamos no éramos las mismas”. Claramente, fue inevitable para mí empezar a llorar, porque mi adorada amiga tenía que regresar ya que su ciclo había terminado.

A pesar de que mi corazón se encoge de tristeza, en mi memoria siempre tendré la despedida de Pato como una de los mejores. Sin embargo, es un periodo que no dura para siempre. Ella hace más de una semana se encuentra en Colombia, mirando hacia adelant e intentando construir un nuevo porvenir.

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