¿Te ha sucedido a ti también? Cuando más necesitas la tecnología, cuando más confías en ella para funcionar como debe y ayudarte a desempeñar con eficacia y eficiencia todas las tareas de tu ocupada y ajetreada vida, ¿qué pasa? ¡No pasa nada!
Oprimes el icono de imprimir, pero la impresora no imprime. Haces doble clic en el icono de tu programa procesador de texto, pero no se abre ninguna ventana. Refrescas la bandeja de entrada de tu correo electrónico, pero no hay mensajes nuevos.
Poco sabemos en realidad de cómo funcionan nuestras computadoras y de la naturaleza de los problemas que sufren. Cuando la impresora no imprime, el origen del problema puede ser completamente otro o definitivamente el mismo al de la falta de correos electrónicos nuevos, todo depende.
¿Quién tiene tiempo para averiguarlo? ¡Cómo anhelamos poder escuchar ese sonido tan familiar que hace la impresora al jalar el papel! ¡Cómo anticipamos que el procesador de texto nos ofrezca una ventana blanca y pura para poder empezar a pulsar las teclas! ¡Y cómo deseamos que el correo electrónico nos anuncie que hay mensajes nuevos no leídos!
Te desesperas cuando te faltan estas señales de paz, las que te muestran que tu vida está en orden, las que te aseguran que puedes seguir adelante, que no hay nada de qué preocuparse. Empiezas a pensar lo peor: algo le pasó a la conexión de Internet. “¿Dónde está mi teléfono?,” te preguntas y giras tu cabeza frenéticamente de izquierda a derecha tratando de avistar al salvador. En fin que, el teléfono, ¡todo lo puede!
Inmediatamente sientes caer un gran peso de tus hombros porque ves las notificaciones en las aplicaciones de redes sociales indicándote que hay cosas nuevas que mirar. Sí hay Internet. Alguien ha publicado algo que te puede interesar. Parece que alguien está pensando en ti. Sí, eso parece y te conforta, adoras esa gratificación instantánea que te hace sentir bien, muy bien.
Pero, ¿qué era lo que ibas a hacer?
Por un momento, se te olvida por qué buscabas el teléfono y sientes cómo emerge de nuevo la zozobra. ¡Aquí vas de nuevo! Esta vez es casi un ataque de pánico porque en realidad no te has recuperado del primer susto, aquella razón original por la que habías agarrado el teléfono. ¿Te acuerdas? ¿Qué era? Ni idea, pues me doy cuenta que a mi maravilloso teléfono le queda apenas 15% de batería.
¿Qué? Algo está mal. ¿Cómo se gastó la batería tan rápido? ¿Esto tendrá que ver con los problemas de la computadora? Seguro que no, porque las notificaciones en las aplicaciones de redes sociales son nuevas. Pero, ahora que lo pienso, hace rato que no suenan los mensajes de WhatsApp.
Sabías que originalmente, ¿la frase en inglés “What’s up?” significa muchas cosas? Puede ser ¿cómo estás?, ¿qué haces?, o ¿qué pasa? Por eso, la persona que contesta es la que decide, al formular su respuesta, lo que quiere comunicar. Tanto “What’s up?” como “WhatsApp” es una invitación a conectarte con quien pregunta. Pero al final, tú decidirás. Porque no contestar, siempre es una opción.
Más, estoy segura que tú eres de las personas que contesta casi todos los mensajes de WhatsApp. Y es que cuando vives lejos de tu patria, esta aplicación que se instala gratis en tu teléfono y que lleva el gracioso nombre de “uassap”, se convierte en una verdadera línea de vida. Te mantiene en firme unión con el pedacito de tierra que te vio nacer, con tus seres queridos, con los acontecimientos y vivires de tu país y de tu familia o amigos. Ahora que lo pienso, siguen sin sonar los mensajes de WhatsApp.
Con mis excompañeros de colegio tengo un grupo de WhatsApp que a veces pasa muchos días en silencio y de pronto comunica cosas absurdas pero muy divertidas.
Generalmente no espero que sea este grupo el que me haga notar que no suenan los mensajes de WhatsApp.
Con mi familia de intercambio en Alemania tengo un grupo que a veces pasa muchos días en silencio y de pronto comunica cosas desde una perspectiva muy diferente pero que me hacen recordarlos con mucho cariño. Generalmente no espero que sea este grupo el que me haga notar que no suenan los mensajes de WhatsApp.
Con mis amigas ticas y mis amigas alemanas tengo respectivamente un grupo que a veces pasa muchos días en silencio y de pronto comunica nuevas aventuras de los hijos, grandes y pequeños. Generalmente no espero que sea este grupo el que me haga notar que hace rato que no suenan los mensajes de WhatsApp. ¿Qué será que no suenan los mensajes de WhatsApp?
¿Qué? Me parece que escucho la impresora. ¡Sí! Al fin, ¡se ha sobrepuesto mi computadora! Un reinicio hace milagros. El procesador de texto también funciona y hay correos nuevos en la bandeja de entrada. El teléfono está felizmente conectado a su cargador y han aumentado las notificaciones de las aplicaciones de redes sociales. La vida de color de rosa. ¡Casi! ¿Por qué no suenan los mensajes de WhatsApp?
Miro el teléfono. Miro los relojes en la pared que tienen apenas unos meses de colgar allí. Es viernes, son las cinco de la tarde en Seattle. El peor sentimiento de impotencia y vacío se apodera de mí. Ahora entiendo. Para mi primogénito, a casi dos mil kilómetros de distancia, son las siete de la noche. Eso dice el reloj en la pared. ¿Habrá vuelto a su casa? No suenan los mensajes WhatsApp. Y para “mi chiquita”, a nueve zonas horarias también hacia el este, son las dos de la mañana. Eso dice el reloj en la pared que lleva su nombre. ¿Habrá sido difícil el examen? ¿Estará dormida? ¡No suenan los mensajes de WhatsApp!