El 15 de julio presencié en vivo y en directo, una experiencia que si no me falla mi instinto es una especie de mito para la mayoría de los colombianos: ver a U2 en vivo y en concierto en una de sus giras mundiales.
Un poco más cerca
Lo más cerca que habíamos estado a esto fue cuando por allá en las épocas de cierto alcalde que no vale la pena nombrar circuló el rumor de que venían en su gira por Latino América. El ilustre gobernante no había prestado el estadio de Bogotá para que se presentara tal vez la banda más importante de los últimos tiempos (Los Beattles y Pink Floyd ya no existen).
Él consideraba que se dañaría la gramilla y cuando su equipo de fútbol fuera a jugar, no estaría en óptimas condiciones.
Sin embargo, la verdad es que no vale la pena hablar siquiera de eso. Dicen los que saben que fue un chisme mediático y que el grupo no consideró en ningún momento a Colombia para esa gira.
Además ya veníamos acostumbrados a que los grandes grupos musicales y shows de talla internacional no se presentaran acá por diferentes razones, recién hace unos años los artistas han empezado a mirar para este lado, pero la banda emblemática irlandesa no lo había ni siquiera insinuado.
Una aventura diferente
Terminé embarcada en esta aventura que apenas pude dimensionar en su totalidad estando allá y que tengo que confesar, me declaro ignorante por no haber entendido su magnitud antes – puedo decir después de haberlo vivido que sin duda es una de las mejores experiencias de mi vida- porque tengo un novio melómano quién además muere y vuelve a vivir por U2 y planeó un viaje a Boston para verlos durante 4 noches seguidas, para completar su 10 vez en total.
Cabe anotar que llegó muy horondo a la segunda noche sintiéndose un fiel y verdadero fan por estarlos viendo en vivo por 8 vez y este orgullo le duró hasta que su vecino de al lado le contó que era la vez número 73 que los veía. Yo solamente pensaba: “esta loco, como va a ver al mismo grupo 10 veces y 4 seguidas”.
Todo el mundo le preguntaba si es que acaso cambiaban el setlist –término que también aprendí estando con él- de una noche a otra y les contestaba que no, que toda la gira alrededor del mundo era la misma, que si acaso cambiaban una o dos canciones y yo me afianzaba cada vez más en que definitivamente cada loco con su tema y que para los gustos se hicieron los colores.
Como estrella de Rock tengo dos instintos: Quiero divertirme y quiero cambiar el mundo. Tengo una oportunidad de hacer ambas – Bono –
Finalmente ya allá encontramos boletas para mi, para la última noche únicamente ya que las boletas suyas estaban compradas con meses de anterioridad y me entusiasmé, no puedo decir que no pero nunca me esperé ni remotamente la noche que estaría por tener y cómo saldría de ahí no solo entendiéndolo sino deseando haber estado también en las otras tres noches.
Verdaderos himnos
U2 no es indiferente para nadie, primero por la magnitud de la banda y lo que han hecho. Sus canciones han sido verdaderos himnos a nivel mundial por décadas, porque ya se van a completar cuatro generaciones completas de jóvenes, entre otras nosotros, claro está, que hemos crecido con sus canciones.
Las bandas sonoras de nuestras vidas han estado amenizadas en algún momento, o en muchos, por las letras que parecieran encajar perfecto en las experiencias y vivencias de miles de personas alrededor del mundo, pero esta además aquella figura legendaria de la que todos de alguna manera algo sabemos.
Un show man que lejos de escándalos mediáticos, de drogas y otro tipo de escenarios macabros característicos de los artistas famosos se dedica en cambio a ayudarle a la gente, a luchar por los menos favorecidos y por causas olvidadas; ese que ha escrito y dedicado canciones, dinero y todo tipo de recursos a quienes no es frecuente hacerlo: el SIDA, África, el terrorismo, la pobreza, entre otras muchas causas.
Imposible no querer ver a Bono así sea con un escenario de 20.000 personas de por medio cuando figuras de todas las condiciones y lugares del mundo le hacen reverencias por quién es y lo que significa (ha estado nominado dos veces al Premio Nóbel de Paz) y cuando por ejemplo fue el artista invitado para darle el último adiós en esta tierra a Mandela y a Recibir y darle la bienvenida en su mandato al primer presidente Afroamericano del país que manda la parada.
Todo esto es grande, magnánimo, espléndido y sin embargo si consideramos la banda como lo que es, un grupo musical y la música como lo que debería ser, un estado del arte, que sean famosos por lo que han hecho por la humanidad pierde en cierto modo relevancia. En mi opinión la característica principal del arte debe ser que nos transporte a otras realidades, que nos proponga nuevos mundos y que permita a partir de la imaginación, viajar a mundos diferentes al que habitamos.
Tal vez ésta fue otra de las sorpresas más inesperadas y a la vez más agradables del show de U2 en vivo para mi, el show es un espectáculo artístico en el más estricto y puro sentido de la palabra, a lo largo de las casi tres horas que dura el show nos va llevando por diferentes realidades mágicas y alucinantes para las cuales hay siempre las canciones y las letras perfectas.
La ambientación perfectamente pensada y en conjunto, todo lo necesario para que se nos olvide que estamos en un estadio, viendo un espectáculo como cualquier otro que también llegará a su fin y volveremos a casa a la misma rutina de siempre.
Boston Strong
Empiezan recordándonos que estamos en Boston y la gente se enloquece cuando en las pantallas sale el hashtag BostonStrong, campaña publicitaria ideada como parte de un plan para sobre ponerse de la masacre en la maratón de esta ciudad en el año 2013. En un país y un mundo donde pareciera que quienes han sido maltratados en la infancia, simplemente se desquitan tomando un arma y arremetiendo contra los inocentes, mucho tiempo después en su adultez.
Por un momento como lo dijo alguien del público que subió Bono aleatoriamente al escenario, todos fuimos Boston y todos éramos de Boston. Nos transportó de esta forma a un total estado de solidaridad y de unión el dolor ajeno, pero se dieron cuenta que la energía colectiva no era la euforia que debe reinar en un concierto y rapidito nos llevaron a una legendaria muestra de Rock and Roll frenético y rumbero, aterrizamos pronto en ese U2 que todos bailamos en discotecas.
Al final
De ahí pasamos a un recorrido de añoranza por la infancia de Bono y lo vimos mientas entonaba I will follow y Iris, canción dedicada a su mamá, sumergido dentro de la gran pantalla de LED que atravesaba el escenario, caminando por las calles de su infancia, por Cedarwood Road, el barrio que lo vio crecer y la casa en la que según él, lempezó hace años todo esto que ahora se llama U2.
El concierto siguió y vino una tanda en que se botaron todos los clásicos, uno tras otro, entregados a su público, llevados por lo que hacían, sin ganas de irse para ninguna parte y poniendo quejas de que no los habían dejado entrar a un bar la noche anterior porque The Edge no había llevado ID.
Finalmente nos llevaron para aterrizarnos en la cruda realidad en la que escogimos vivir, a el último de los escenarios y de la realidades alternas propuestas.
La sentida protesta por la situación actual y el deterioro del mundo en el que vivimos. la guerra, la violencia, el terrorismo, el sida y la pobreza y de nuevo todos fuimos uno solo, luchando como Bono para que nuestros hijos tengan un mundo más viable y mejor, mientras la banda volvía y entonaba One y todos llegábamos a pensar y a soñar en que algún día sí será posible.
La noche se acabó aunque por momentos pareciera que fuera a ser eterna, pero salimos plenos, realizados y contentos, yo mientras tanto tuve que reconocerle a mi novio que por momentos, los 73 conciertos del vecino no parecían exageración y que si planeaba igualarlo, contara conmigo como escudera, de verdad verlos en vivo fue mucho más de lo que esperaba y mucho más de lo que muchas experiencias en mi vida han sido.