Tributo a Fernando Botero

Es un momento triste y desolador para la familia Botero, para Colombia y para el arte. El grandioso Fernando Botero ha fallecido.

Pero antes de rendir tributo a este grande el arte quisiera empezar por definir que es el arte contemporáneo.

El arte contemporáneo

Para muchos, dar una definición sobre el arte contemporáneo puede ser una tarea complicada. Aunque su título es simplista y directo, su significado no lo es.

Azucena Quiroga © Solkes

El arte contemporáneo es el arte de nuestro tiempo. Tiene relación con la sociedad actual.

Azucena Quiroga © Solkes

Es en este punto donde se complica la cosa ya que las interpretaciones de “hoy” de los distintos individuos pueden variar ampliamente. Por lo tanto, el punto de partida exacto del género sigue siendo objeto de debate.

Sin embargo, muchos historiadores del arte consideran que finales de la década de 1960 o principios de la de 1970 (el final del arte moderno, o modernismo) es una estimación adecuada.

Se cree que el arte contemporáneo comenzó junto al Pop Art. En el Reino Unido y Estados Unidos de la posguerra, artistas como Andy Warhol y Roy Lichtenstein fueron sus pioneros.

Se define por su interés en retratar la cultura de masas y reimaginar los productos comerciales como arte accesible.

Aunque el movimiento duró aproximadamente desde la década de 1950 hasta principios de la de 1970, renació como Neo-Pop Art en la década de 1980 gracias a artistas como Jeff Koons.

El personaje

Fernando Botero Angulo nació en Medellín, 19 de abril de 1932 y falleció en Mónaco, 15 de septiembre de 2023. Fue un pintor, escultor y dibujante figurativo colombiano.

Su familia estaba conformada por su padre David Botero, su madre Flora Angulo, su hermano cuatro años mayor, Juan David y su hermano menor, Rodrigo. En 1936 murió su padre y este trágico evento, sin duda alguna, lo marco.

Azucena Quiroga © Solkes

Sus primeras influencias artísticas fueron los muralistas mexicanos Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Antonio González Orozco, así como los retablos del barroco colonial.

En 1944 asistió a la escuela de tauromaquia en la plaza de La Macarena de Medellín, con el banderillero ‘Aranguito’. Pero, tuvo un percance con los toros, lo que hizo que él los dejara.

La carrera de Botero arrancó cuando se incorporó en su adolescencia como ilustrador al diario El Colombiano, el principal de su natal Medellín. Fue expulsado de su colegio por escribir un artículo sobre Picasso, ya que sus dibujos fueron considerados como obscenos, y debió culminar sus estudios en el Liceo de la Universidad de Antioquia.

Después de concluir sus estudios secundarios viajo hacia la capital colombiana en 1951. La capital le permitió dar a conocer sus pinturas e ilustraciones.

Fue en este momento en el cual pudo cumplir su primer sueño y realizar una exposición individual en la Galería Leo Matiz, de Bogotá.

Laura Viera A © Solkes

En 1952, Botero recibió el segundo premio en el Salón Nacional de Artistas, lo que le permitió viajar a Europa.

Estudió en Madrid, España, y finalmente aterrizó en Florencia, Italia. En Florencia estudió en la Academia de San Marco.

Fue en  la década de 1960 en Estados Unidos, en el Milwaukee Art Center donde comenzó a mostrar su característico estilo figurativo.

Alejandra Fajardo © Solkes

También vivió en París, donde pasó buena parte del tiempo en el Museo del Louvre.

Sabemos que se casó tres veces. Su primera mujer fue Gloria Zea, entre 1955 y 1960, y tuvieron tres hijos. En 1964 contrajo matrimonio con Cecilia Zambrano, con la que tuvo a su cuarto hijo, Pedrito (1970-1974) y se divorciaron en 1975. En 1978 se caso con la pintora y diseñadora de joyas de origen griego Sofía Vari, quien falleció en mayo de 2023.

Cuando vivió en París vivió una de sus tragedias mas fuertes. Vio morir a Pedro, hijo de su segundo matrimonio, en un accidente con un camión.

Como consecuencia no pinto durante varios meses. Se encerró en su estudio a recrearlo una y otra vez.

En Ciudad de México, lugar en el que pinta una mandolina volumétrica con la que abrió las puertas del estilo que caracteriza su obra.

 

Obras en todo el mundo

Sus obras están repartidas por decenas de ciudades del mundo.

Botero ganó numerosos reconocimientos internacionales, entre los cuales destaca el premio Guggenheim International en 1957.

En 1969 realizó su primera gran exposición en la galería Claude Bernard de París y en 1972 en la Marlborough Gallery de Nueva York. Al año siguiente se trasladó a París, donde realizó sus primeras esculturas, que mostró por primera vez en la Feria de Arte de la capital francesa.

Entre sus distinciones figuran también la Orden de Andrés Bello (1976), la Cruz de Plata de la Orden Boyacá (1977), la Legión de Honor francesa (2002), el Premio Américas (2002), la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica (2007) y el título de Embajador honorario de Colombia ante la Unesco.

Alejandra Fajardo © Solkes

Otro gran momento en su trayectoria fue 1961, cuando el MoMa de Nueva York adquirió “La Mona Lisa de doce años”.

Botero es, sin duda, el artista plástico colombiano más importante y con mayor reconocimiento de todos los tiempos.

Sus esculturas de tamaño descomunal y sus imponentes cuadros, en los que reflejó sus pasiones, su propia vida, sus tragedias o aquellos aspectos de la cotidianidad que más le impactaban, no solo permanecen expuestos en los más prestigiosos museos del mundo o hacen parte de colecciones privadas de arte.

Sus obras se encuentran por igual en las plazas centrales, en los paseos peatonales o en las calles de decenas de ciudades de igual número de naciones, a las que él mismo las donó o que fueron adquiridas para perpetuarlas en el tiempo.

Ahí están para la posteridad las 20 esculturas que adornan la Plaza Botero en su natal Medellín; las que se encuentran en Bogotá, Madrid o Barcelona; o aquellas que se imponen en avenidas de Buenos Aires, Lisboa, Nueva York o el principado de Liechtenstein.

Un amor eterno con Medellín y Colombia

En abril de 2022 su natal Medellín le celebró por todo lo alto sus 90 años como un gesto de gratitud por iluminar con sus obras a una ciudad que estuvo en tinieblas por la violencia del narcotráfico.

Alejandra Fajardo © Solkes

Y es que a pesar de haber vivido en lugares como México, Nueva York, Mónaco o París, nunca perdió de vista su país.

Lo acompañó la convicción de que el arte, cuanto más local, más universal.

Él estaba muy consciente de la importancia de su obra y por ello donó gran parte de sus trabajos a Colombia.

Sus piezas están repartidas entre el Museo Botero (Bogotá), la Plaza Botero (Medellín), la Plaza Santo Domingo (Cartagena) o en la Casa de Nariño, el palacio presidencial, donde reposan la escultura “La paloma de la paz” y la pintura monumental “La monja”.

El Museo Botero, que guarda la colección más completa de su obra, fue creado en 1998 con la donación que hizo al Banco de la República de 123 obras de su autoría y 87 de artistas internacionales.

Una de sus esculturas más famosas es la paloma de la paz. Durante la década en la que Colombia estaba sumida en el narcoterrorismo una bomba la destrozo, y hubo un saldo de 26 muertos y un centenar de heridos.

Azucena Quiroga © Solkes

El artista pidió que no la reconstruyeran. Quedó como un monumento desfigurado, y al lado hizo otra paloma como homenaje a la paz. Así sigue hoy en día. La guerra y la paz de Colombia a través de su artista más universal.

Un legado innegable

Su legado es innegable y su influencia en la promoción del arte colombiano en escenarios internacionales es incalculable. Sus esculturas nos recuerdan la grandeza de su obra y su impacto global.

Fernando Botero, con su arte que exaltaba la forma y la sensualidad del volumen. Su obra, como la de un gigante, seguirá inspirando a generaciones venideras a través del tiempo.

Fernando Botero, es sinónimo de Colombia y del arte latinoamericano.

Un artista es mucho más que la suma de sus partes. Botero tuvo un impacto enorme y positivo en las artes de Colombia, convirtiéndose en un generoso donante y legando su colección de arte.

Azucena Quiroga © Solkes

Nunca fue indiferente a la lucha social o política. En 2007 presentó una serie de cuadros que denunciaban el trato inhumano que las fuerzas estadounidenses daban a los prisioneros iraquíes en la cárcel de Abu Ghraib, cerca de Bagdad. Aunque sorprendente, la serie no estaba fuera de lugar, ya que Botero había pintado en el pasado cuadros en los que criticaba las dictaduras militares de América Latina.

Sus figuras son caricaturescamente regordetas, caprichosas y al mismo tiempo tan robustas que asumen una especie de carnosa monumentalidad. Son encantadoras.

No tuvo un ascenso perfecto; tuvo y tendrá muchos detractores. Su éxito comercial y la naturaleza superficialmente poco seria de sus figuras llevaron a algunos críticos a tachar su obra de kitsch.

Yo no soy una conocedora de arte, no soy critica, pero eso me parece injusto. Pueda que el Boterismo sea juguetón, pero es un ethos tan considerado e intrigante como cualquier otro.

Fin a temporal

Sus obras, reconocidas por su singular estilo y la exaltación de las formas, trascendieron fronteras y conquistaron los corazones de miles de personas en todo el mundo.

Azucena Quiroga © Solkes

Durante décadas, su obra ha sido omnipresente.

Los corpulentos personajes del artista eran retratados en situaciones cotidianas -una corpulenta mujer desnuda tumbada en una cama o un hombre corpulento montado en un caballo.

A pesar de lo cómico de muchas de sus creaciones, el artista nunca huyó los temas serios.

Botero fue el primer artista colombiano reconocido en todo el mundo y forma parte de un selecto grupo de artistas del siglo XX cuyas imágenes son inmediatamente reconocibles.

Su obra generó incluso el epónimo “Boterismo”, en referencia a figuras agrandadas como las que él creaba.

Y ahí radica el enigma de Botero: fue un artista despreciado en gran medida por el mundo del arte contemporáneo que, sin embargo, tuvo una enorme visibilidad mundial y éxito comercial.

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