La póetica del pensamiento

El acto de nombrar y ser nombrado, ha sido desde tiempos inmemorables un acto de magia, de poder. La gran complejidad de la lengua que rigurosamente estudiamos, en sus composiciones gramaticales y sintácticas, contiene un profundo misterio que ni el más fino juego de palabras ha logrado develar.

Una extraña intuición me dice que siempre hay algo más, algo que mí capacidad humana jamás logrará comprender. Porque por eso son misterios, aunque la humanidad, a través de siglos de vida sobre la tierra, haya inventado ingeniosas tecnologías (entre ellas el lenguaje) para explicarse lo inexplicable.

Nombrarlo, aprehenderlo, transmitirlo, recordarlo: atisbos de un afán por conocer el origen, la muerte, el como es arriba es abajo.

 

La facultad humana

Jeison Castillo © Solkes

Esa facultad humana es la que nos ha otorgado poder sobre otras especies, esa forma de encantar, de forjar con la palabra, de nombrarse a sí mismo y a todo lo que nos rodea.

¿No fue así, acaso, como los españoles se apoderaron de territorios para ellos nuevos y desconocidos? La palabra, como la magia, es peligrosa cuando es malintencionada.

Y así fue como la península Ibérica, reemplazó con una lengua tantas otras y se apoderó de tierras, riquezas y almas porque “la colonización es en primera medida un renombramiento.”

Es a través de dicha acción como hoy se reivindican esos mismos pueblos hechizados por el poder de unas palabras escritas, reencontrándose con su conocimiento antiguo y negado, volviendo a cantos, lenguas, ceremonias, magias, es decir a sí mismos.

Encontrar una comunidad indígena ajena a la influencia occidental, o que esté ligeramente marcada por ésta al punto de mantener su tradición intacta, es casi igual de insólito al reconocimiento en la incipiente literatura indígena del desarrollo de un nuevo método que, trabajando en favor de su emancipación al margen de corrientes post colonialistas, no configura un nuevo género literario, en primera instancia porque dicha inserción al reducido círculo se encuentra lejos de sus propósitos como intelectuales o escritores indígenas.

 

La escritura

Para ellos el acercamiento a la escritura fue en primera medida una imposición cultural, convertida luego en (chumbe) tejido de colores que cuenta la historia sobre sí mismos y sobre su gente.

Esta ingeniosa apropiación de un mecanismo infalible como lo es la escritura, por parte de quienes han sido sus víctimas, es un artilugio de defensa en el que la tradicional dicotomía entre oralidad y escritura se disuelve para dar cabida al sistema de opuestos complementarios, en el que el uno no puede existir sin el otro: no hay día sin noche, no hay vida sin muerte, no es posible el arriba sin el abajo.

Jeison Castillo © Solkes

Esta idea parte del pensamiento indígena que en vez de separar más los polos opuestos, los atrae. En el mejor de los casos, los revuelca al estilo andino del pachakuti, que anuncia un tiempo en el que lo de arriba quedará abajo y lo de abajo arriba.

Literalmente, pachakuti quiere decir terremoto, movimiento de tierra, “en cuanto a lo simbólico, es más preciso hablar de inversión cósmica […] pacha es una expresión del cosmos como vientre, como útero, como orden pluriversal. Pacha es la continuidad espacio-temporal” (Rocha, 109, 2012).

Los poemas de Wiñay Mallki, consagrado poeta yanacona, son como lo describe su nombre en quechua, una “raíz que permanece en el tiempo”. Son una prueba física del eterno retorno, del tiempo-espacio en espiral que refleja el pachakuti.

En sus poemarios “la corriente que compartimos es como la de la poesía que nos inspira el permanente fluir de un río: retornar por otros caminos al valor, a la mayoría, a la frescura y a la belleza del sentido en las palabras” (Rocha,75,2012).

El planteamiento aquí no es de carácter indigenista, pues no concierne solo a la comunidad renaciente de la que provienen estos cantos poéticos; porque si bien es pensada por y para un público indígena, la recepción al interior de los yanakuna-mitmakuna es en gran parte indiferente a los valores estéticos y a la manifestación de los espíritus del agua, la tierra, el fuego y el aire a través del lenguaje.

Para ellos la comunicación con estos elementales ha hecho parte de sus realidades siempre y un poema no marcará la diferencia en tal relación, como sí la marca para nosotros que hemos olvidado, generaciones atrás, el significado de la sencillez para la vida, y la lectura de estas poéticas nos traen una remembranza de ello.

De lo anterior, Fredy Chicangana, -nombre impuesto- es sumamente consciente y por ello, su tarea como “raíz poética” al interior de la comunidad yanakuna-mitmakuna es de una importancia incuestionable. A propósito del proceso de recuperación cultural que experimentan, y de toda una larga historia de silencio y olvido, en lo alto de las montañas y páramos del Macizo Colombiano, haciendo que su realidad histórica se encuentre en estado renaciente.

Están “pariendo” nuevas ideas, nuevas formas de retomar sus cantos, su lengua y su tradición en un territorio que para los sabedores mayores representa el útero del cuerpo de la Pachamama, la madre tierra, así como la Sierra Nevada de Santa Marta es el corazón del mundo. No en vano el pachakuti oraliterario cumple su función cósmica en este lugar del mundo que es pacha, vientre, útero.

Aunque los yanakuna-mitmakuna no puedan recuperar el territorio que se les ha arrebatado, seguirán fortaleciendo sus debilitadas raíces que han sabido sobrevivir a través del tiempo.

Ya no importa mucho si no pueden subir a la laguna donde tomaba agua la serpiente de oro que ya no está, o si por el territorio de Jukas, éste ya no se pasee para proteger a los animales de bosques y páramos que también han disminuido, lo importante es que puedan renombrar en quechua a esos seres y esos lugares que componen su existencia desde tiempos inmemorables.

Lo importante es que puedan llamarlos en cantos y ceremonias para que éstos no desaparezcan del todo, evocarlos para que el agua siga corriendo embravecida, para que la coca recupere su poder de visión y fuerza, no de veneno o cultivo ilícito.

 

No es resignación

No es resignación, es nuevamente reafirmación de su existencia física y espiritual, tal y como lo hicieron el 21 de marzo de 1992 en el histórico pronunciamiento Guachicono, dada la triste circunstancia de que ellos aún “no aparecían en libros ni en mapas.”

Como señala Miguel Rocha en la introducción a la recopilación de literaturas de los andes meridionales en Colombia, “el debilitamiento de la tradición oral indígena también se explicaría por una larga sequía en boca de las pasadas generaciones, quienes se habrían abstenido u olvidado de las palabras de origen” (Rocha,2010,159).

Nessa Twix © Solkes

Pero esta sequía se traduce en problemáticas más alarmantes al ver que ríos, lagos, lagunas y caudales del vientre del mundo también se están secando. ¿Coincidencia o acaso la intrínseca relación entre cultura y territorio está exteriorizando su herida?

Llama la atención la figura del agua, siendo la más recurrente y a partir de la cual se hace una especie de reconstrucción mítica de su legado como hijo del agua. Recordando al lector, tanto al indio desmemoriado como al hombre occidental desarraigado, que más allá de metáforas o mitos, todo origen surge del agua.

 

Una verdad inmanente

Esta es una verdad inmanente como la muerte, inevitable: del agua venimos y a ella volveremos.

Nessa Twix © Solkes

Mientras exista agua existirá vida en la Tierra, lo cual nos recuerda que hay que aprovechar mejor y hallar soluciones para la protección de esta agua en tiempos de cólera, no solo de manera simbólica sino, más importante aún, de manera práctica y vivencial.

La obra oraliteraria de Fredy Chicangana es una reactualización de la larga historia de resistencia cultural.

Caracteriza a los pueblos indígenas del Cauca, pero con un propósito mucho más profundo y acorde con su misión de raíz espacio-temporal dentro de la pacha, es decir dentro la existencia cósmica que teje y une culturas y pensamientos.

Esta resistencia no se conforma sólo con el plano físico-material, político y social, sino que pretende hacer un viaje por la memoria cósmica universal que nos une a todos por igual, con la poesía como el hilo que ata al tejido.

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