Mipanocha Rurru es una artista mexicana, de la zona del bosque sagrado del Ajusco al sur de la Ciudad de México, que se dedica a crear un imaginario donde traspone valores visuales e ideológicos que han estado separados continuamente por las fuerzas de la represión moral y el olvido histórico.
Su trabajo
Ella une en sus piezas la iconografía prehispánica de una Mesoamérica joven y sensual con el simbolismo de lo queer en pleno siglo XXI.
Allí donde el fuego iluminaba la pintura natural sobre los cuerpos, ahora la tinta neón corre a comunicar un incendio que no se apaga. Porque el eros es tan de la humanidad como lo es el miedo.
Su trabajo es una reflexión crítica que se opone a la exclusión o a la marginalidad de los cuerpos, para ocasionar con ello un derrumbe de ficciones identitarias.
Su obra no se puede contener en los límites de una sóla técnica plástica pues Rurru es su propia materia de experimentación, para prueba de ello sus tutoriales en YouTube.
Ha expuesto su obra en Berlín, Bremen, Ciudad de México, Bordeux, Lisboa, Barcelona, Chicago, Buenos Aires y Bogotá.
Retos en el arte
B: ¿Cuál es un reto actual para el arte?
M.R.: Que intente o comunique algo y de esa manera sea político, para que no sólo se quede en lo estético. Hay muchas herramientas en el arte contemporáneo, como por ejemplo, el fanzine que es un medio “fácil” y sencillo capaz de llegar a muchas personas y que contiene tanto ilustraciones e incluso textos hechos artísticamente pero que tienen una función más allá de lo sensible, pues expresan directamente modos de ver que tienen distintas comunidades artísticas.
B: ¿Cuáles son tus temas de interés? ¿Qué disciplina y técnica son las que más practicas?
M.R.: Dibujo y video, y hago también un poco de animación. Mis temas son la magia, civilizaciones mesoamericanas, lo ritual, mitos, leyendas. Me identifico con la oleada queer por su carga de disidencia sexual. Me interesa lo abyecto. También estoy a favor del respeto a los derechos de los grupos indígenas y que éstos puedan conservar sus culturas y territorios. ¿Por qué el grueso de la sociedad contemporánea admira al indígena del pasado (que ya está muerto) mientras maltrata al indígena del presente?
Digamos que eran dos caminos para llegar a una liberación de los cuerpos sin que por ello se banalizaran.
B: ¿Por qué retomas la iconografía prehispánica?
M.R.: Principalmente porque me gusta estética y simbólicamente. Intento hacer una reinterpretación personal sobre algunas leyendas y rituales de carácter sexual que tenían algunos pueblos en Mesoamérica.
En este sentido, concentro mi atención en las culturas Huasteca y Maya: la primera era abiertamente erótica en su vida cotidiana, mientras que la segunda recurría más al misticismo ritual para experimentar ese erotismo, es decir que le atribuían a lo sexual una carga sagrada y los huastecos le atribuían una carga natural.
B: Quizás ahora nos parece perturbador pero seguramente para estas culturas significaría una forma de naturalizar el sexo en la vida cotidiana y de reconocer la divinidad en toda práctica sexual… ¿Cuál es tu interpretación de la relación entre el cuerpo y lo sagrado?
El ritual a la diosa Tozi o Tlazoltéotl consistía en el desollamiento de una chica a manos de un sacerdote supremo, quien bailaba posteriormente con la piel de ella. Así representaba a la diosa Tlazoltéotl. A su alrededor bailaban otros con falos de piedra simulando o, efectivamente, teniendo coito con el sacerdote-encarnación de la diosa. Este era un ritual de la fertilidad.
M.R.: Creo que, como dice Mircea Eliade, las experiencias místicas son la influencia de su momento histórico. Es decir, se presentan siempre en situaciones determinadas, y pese a que hay algunas con un destino local (inaccesibles a otras culturas) otras tienen o adquieren valores universales. Cualquier objeto puede ser sagrado, en tanto que revela otra cosa que no es él mismo, así el cuerpo se torna sagrado en cuanto deja de ser un simple objeto “profano”, y al presentarse como una manifestación de las fuerzas ocultas.
B: ¿Cuál es tu perspectiva frente al cuerpo humano, la desnudez y los roles de género?
M.R.: La desnudez debería verse como lo que es, como algo natural, normal, equis, lo mismo que el cuerpo humano en toda su totalidad. En cuanto al género, me parece que es divertida la reconstrucción personal una y otra vez, jugar con el género, moldearlo a nuestra medida, a nuestro gusto. Es algo que busco transmitir con mi obra: los cuerpos tienen múltiples orientaciones, y son así, sensuales, con pelos, algunos son deformes, no hay nada contínuo cuando se trata de desnudez pero toda desnudez es natural.
B: ¿Por qué empleas una paleta neón?, Qué asociación estética estableces con ella?
M.R.: Antes usaba colores más apastelados porque también me gustan visualmente, pero ahora estoy experimentando más con la paleta neón porque me agrada el efecto que aporta cuando le das cierta iluminación: se ve un poco místico, mágico, como un cuento para niños pequeños. Y empleo mucho el color turquesa debido también era un color muy utilizado por algunas civilizaciones Mesoamericanas.
B: ¿Qué camino ha seguido tu obra?
M.R.: Comencé haciendo sólo dibujos inclinados hacia lo explícito sexual, después me metí más en las leyendas y ritos sexuales en Mesoamérica, y en las diversas representación de los cuerpos. Ahora ando más metida en los fluidos, principalmente la menstruación.
B: ¿Qué de la menstruación?
M.R.: Con el significado y la interpretación de la menstruación en los pueblos Mesoamericanos. Principalmente le tenían miedo y a las mujeres menstruantes no se les permitía participar en los rituales ni los hombres podían tener relaciones sexuales o voltearlas a ver durante ese periodo. Se creía que si un niño volteaba a mirarla, moriría. Se les aislaba.
La sustancia principal para la vida
Pero al mismo tiempo se le consideraba un líquido mágico y sagrado que en muchas leyendas es la sustancia principal para la vida, por ejemplo, los náhuatls creían que las mujeres menstruaban porque Camazot (el dios murciélago o el murciélago sagrado) le mordía un cacho de vulva a Xochiquétzal (la diosa de las flores) y se llevaba ese pedazo de vulva al Mictlán (el inframundo) donde Mictlantecuhtli (dios del inframundo y de los muertos) la sembraba y de ella nacían las flores olorosas.
O los mayas creían que Ixchel (la diosa del amor) se embaraza porque un Balam (brujo jaguar) se esconde en un árbol y derrama una gota de semen sobre la cabeza de Ixchel tras lo cual ella se embaraza.
Su padre no cree lo que ella le cuenta y la manda a descuartizar con 4 lechuzas que a punto de matarla sienten piedad por sus súplicas de que no la maten, así que en una calabaza Ixchel pone su última menstruación para que las lechuzas se la lleven a su padre diciéndole que ese es el corazón de su hija, y el padre entonces se queda tranquilo.
El arte, el cuerpo y lo sagrado eran aspectos fundamentales de la vida mesoamericana que, tras la Conquista, la Colonia y el periodo moderno han sido suplantados en sus prácticas por los prejuicios de una sociedad prohibitiva y represora.
Nuestra herencia católica romana ha hecho pensar a generaciones enteras que, de sus cuerpos y del sexo emana el mal, cuando en realidad sólo son fuente de vida y de placer.
Es un logro de la cultura contemporánea la liberación sexual no sólo de las mujeres sino de la sociedad en general, y que, dentro de esa sociedad surjan propuestas como la de Mipanocha Rurru es infinitamente necesario y atractivo para resignificar nuestras prácticas sexuales y nuestra perspectiva de la belleza corporal.