Las hojas están bebiendo

El verano es una temporada tan hermosa. Todo el verdor exuberante y los hermosos colores vibrantes son simplemente maravillosos, magníficos y mágicos. Los perfumados aromas de todas las flores, arbustos y árboles. Hermosas criaturas salen a saludarnos a todos. El verano saca a las criaturas de su escondite y las hace cobrar vida.

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Las mariposas son especialmente un claro signo del verano, junto con las luciérnagas que brillan en las noches, y los olores a néctar de los árboles frutales.

Durante estos días soleados, las mariposas emergen en despliegues vibrantes. A medida que la oscuridad se profundiza, las luciérnagas parpadean en el aire. Las luciérnagas titilan como pequeñas estrellas, arrojando su suave resplandor sobre la oscuridad.

¡Qué criaturas etéreas, con alas tan suaves como un susurro y colores tan vibrantes como la paleta de un pintor, emergen de sus santuarios secretos para engalanar el mundo con su belleza efímera!

Revuelan y aletean, llevando sus alas como sueños en una brisa suave. Cada mariposa es una obra maestra del diseño de la naturaleza. Se deslizan entre las flores silvestres, sorbiendo néctar con una gracia delicada que desmiente su existencia fugaz.

¡El verano toca casi todos los lugares con su belleza!

Pájaros y abejas en unísono. Los prados relucen, como joyas. Campos de verde esmeralda envueltos en su manto dorado. El aire dulce y ligero sopla suavemente. El aire es suave y todo está tocado con tanto cuidado y devoción.

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Uno de esos regalos del verano es sentir la lluvia de verano caer sobre nosotros. Los cielos están adornados con nubes tan vastas, liberando sus lágrimas.

La lluvia de verano es una invitada bienvenida. Son una sinfonía de gotas, una caricia suave. Besando la tierra con gracia tierna, reviviendo a todo ser viviente.

La lluvia de verano comienza como un murmullo distante, una suave percusión contra la tierra reseca.

Las primeras gotas caen como suaves besos sobre la tierra. Bailan sobre las hojas de los árboles, trazando delicados patrones contra el verde esmeralda.

El aroma de la lluvia se cierne pesado en el aire, mezclándose con el perfume terroso del suelo mojado y la dulce fragancia de las flores en flor.

Las hojas están bebiendo la lluvia, gota tras gota, nunca se detienen.

Nunca se detienen.

Nunca se detienen.

Nunca se detienen. Detenerse.

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Durante los atardeceres veraniegos son tan preciosos. Una sinfonía de colores pinta el cielo. El sol, un orbe ardiente de luz ámbar, se hunde bajo en el vuelo del horizonte.

Nubes como mechones de algodón de azúcar aparecen por todas partes. Ardiendo durante la luz moribunda del sol. Bailando en tonos de rosa y naranja.

A medida que desciende la oscuridad y aparecen las estrellas, el atardecer de verano nos acerca. En los momentos tranquilos de la canción del crepúsculo, los secretos son susurrados en la luz que se desvanece. Encontramos la belleza del laberinto interminable de la vida.

Así que atesoremos cada momento, cada día bañado por el sol, no durará.

Y durante esas cortas noches de verano llenas de una suave brisa cálida, la luna arroja su resplandor sobre los árboles. En la quietud de la noche, la sinfonía de grillos y búhos prospera. De repente todas las luciérnagas bailan, su luz una rareza.

El cielo arriba, la luna y las estrellas, una tapicería de azul índigo. Las noches de verano adquieren un flujo mágico.

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Porque en la belleza de las noches de verano, encontramos un sentido de asombro que eleva la mente.

A medida que el sol se sumerge bajo el horizonte, el día se desvanece en el crepúsculo. El mundo parece ralentizarse, y una sensación de tranquilidad se asienta sobre la tierra. Es hora de las noches de verano.
En el abrazo aterciopelado de una noche de verano, el mundo adquiere una calidad mágica.

El cielo está pintado con un millón de luces centelleantes y en el corazón de la noche de verano, el tiempo se detiene, y el mundo es nuestro para explorar bajo las estrellas centelleantes.

El cielo está pintado con un millón de luces centelleantes.
Las hojas están bebiendo la lluvia, gota tras gota, nunca se detienen.

Nunca se detienen.

Nunca se detienen.

Nunca se detienen. Detenerse.

El aroma de la lluvia tiene una fragancia tan divina. Llenando el aire con cálidos y frescos recuerdos de pies descalzos. Con cada gota que cae, el mundo despierta con un suspiro alegre.

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La lluvia de verano alimenta las almas sedientas. Limpia el aire. Deberíamos bailar bajo la lluvia de verano.
A medida que la lluvia se intensifica, se convierte en un aguacero torrencial. Golpea contra los techos y ventanas, una melodía rítmica que resuena por doquier.

Después de la lluvia de verano, hay una sensación de paz, de armonía restaurada en el orden natural de las cosas. El mundo queda limpio, renovado y refrescado, listo para abrazar una vez más el calor y la abundancia de la temporada.

Y mientras el sol se pone en un estallido de gloria, el recuerdo de la lluvia de verano perdura, un recordatorio susurrado de la belleza y gracia perdurables de la naturaleza.

El verano agita algo profundo dentro de nuestras almas de muchas maneras. No solo es el sol dorado o los cielos azules, se trata del sentimiento de libertad que eleva nuestros espíritus.

Y así, el mundo parece rebosar de vida y luz.

Los largos días y las noches templadas nos invitan a vagar por campos y bosques, encontrando hogar. Nuestras almas encuentran paz.

Cuando los cielos se oscurecen con nubes pesadas, la anticipación llena el aire con la llegada de la lluvia de verano. La tierra reseca bebe ávidamente. La lluvia de verano es una sinfonía de sonidos. La lluvia transforma el mundo que nos rodea. Pero la lluvia de verano también es una fuerza vital de la naturaleza. Hay una belleza poética en la lluvia de verano, un ritmo y un flujo que hablan al alma.

Traducción: Filomena CT

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